La DEA entregó al gobierno mexicano cerca de un millar de mensajes que entre septiembre y octubre de 2014 —con motivo de la desaparición de 43 normalistas— intercambiaron jefes de Guerreros Unidos radicados en Chicago con operadores del grupo criminal que actuaban en Iguala.
Los mensajes más importantes se conocieron la semana pasada en Eje Central. Hay en ellos varias revelaciones: que la DEA —con autorización de un juez para intervenir varios teléfonos— no compartió con el gobierno de México la información que tenía sobre el caso.
Por el contrario: se limitó a observar cómo crecía la versión de que el gobierno de Enrique Peña Nieto (el Ejército incluido) había cometido “un crimen de Estado” contra los estudiantes, aún cuando los mensajes en su poder, producidos en las horas cercanas a los hechos, indicaban que el ataque había sido resultado de una confusión:
“No supieron los jefes de Guerreros Unidos, que creían que estaban siendo atacados por ‘los contras’, que solo se trataba de estudiantes”, revela el diario.
No solo eso: las comunicaciones indican que, al darse cuenta del error, los líderes de Guerreros Unidos intentaron desviar la atención, movilizar a los miembros de los sectores políticos, económicos y sociales que tenían controlados, y responsabilizar de los sucesos a otros actores. Se lee en algunos de los mensajes publicados por el diario:
“Que agan un planton todos los de transporte (…) y que sea en contra del presidente (…) que se aga una demanda colectiva en contra del gobernador y el procurado (…) y el presi, también”. “Y también si le puedes echar una llamadita al líder de la mina… Para que hagan presencia”.
“Y con quien vemos para que le echen al internet que todo fue planeado con el procurador”. “Chequen con estrella blanca y que pongan a atestiguar a los choferes que fueron interceptados también los familiares de todos los muertos y eridos civile”.
“Ira el puto presidente tambiense tiene queponer llamen al maromas y que le llame al hermano del. Por el fue todo el pedo de no revisar los autobuses”.
“Ahorita les vamo a echar todo el pedo a el (Omar Cuenca, de Los Rojos) y a la gendarmería y al gobierno del estado”.
La estrategia funcionó. Incluso, algunos de los personajes que desfilan por las intervenciones fueron presentados algunas veces por activistas, periodistas y medios como “albañiles” obligados a autoincriminarse. En esas comunicaciones son mencionados, sin embargo, El Gil, El Cholo y Sidronio Casarrubias (presunto jefe de los Guerreros Unidos tras la detención de su hermano Mario).
“Ya le dije. Al Gil eso desde anoche que cerrara la entrada x mezcala con comunitarios”, se lee en uno de los mensajes.
Las comunicaciones conocidas hasta ahora parecen echar por tierra la versión de que el móvil de la agresión fue que los alumnos habían secuestrado por error un autobús cargado de droga: aquel famoso “quinto autobús” en el que tanto insistió el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI.
Todo indica, por el contrario, que los criminales creyeron que Los Rojos se habían metido a la ciudad y por esto se desató –como dice un miembro de la organización– “una vergaseraaa”. “Se va a calentar el pedo”, escribió uno de los jefes. Cuando el Gil informó que todo estaba “muy caliente”, la orden fue: “ábranse”.
Los mensajes confirman, simultáneamente, que uno de los méritos del GIEI fue insistir en la conexión de Guerreros Unidos con Chicago: algo que la PGR desdeñaba. Los mensajes revelan, también, que mientras gente del Gil cerró aquella noche los accesos a Iguala, al Cholo Palacios se le ordenó estar alerta: “no vayan a querer venir por huizuco”.
La orden llama la atención porque la PGR ha identificado al Cholo como el misterioso “Patrón” al que todo se consultó aquella noche. En los nuevos mensajes, sin embargo, este parece figurar, más bien, como un soldado encargado de vigilar accesos y “alertar a la jente”.
En algún punto, Sidronio informa a uno de sus hermanos que hubo una orden que “vino de xchilpo”: “que los estatales no se movieran ni los verdes”. Según Eje Central esto confirma que “ni la policía del estado ni el Ejército intervinieron para ayudar a los normalistas”.
Fueron autoridades estatales, sin embargo, las primeras en actuar aquella noche: ellas mismas detuvieron a los policías involucrados en la desaparición. Todo es confuso, pero parece que una luz comienza a verse al final del túnel, un túnel lleno de oscuridad.