La noche del 12 de febrero, hombres armados que habían salido del bar La Célula , y que viajaban a bordo de un taxi, acribillaron —“al parecer con arma larga” según la tarjeta informativa rendida por la policía de investigación—, al conductor de un Beetle de color negro.

Cuando la ambulancia llegó a Eje 1 Norte y Naranjo, en el centro de la Ciudad de México , el pasajero había perdido la vida.

Los testigos dijeron que la víctima, de 25 años, acudió aquella noche al bar a cobrar una deuda. Al salir, el taxi se le emparejó y desde adentro abrieron fuego.

El conductor fue identificado como Hugo Alberto “N” , alias El Pony . Hasta hace poco tiempo había sido chofer de uno de los líderes de la Unión Tepito : Brayan Mauricio Miranda , alias El Pozoles . Ahora, al parecer, se dedicaba a cobrar el dinero de las extorsiones .

La policía cree que fue a cobrar la “cuota” a los dueños del bar, y que en ese mismo sitio fue cazado por miembros de la Fuerza Anti Unión , el grupo que disputa a la Unión Tepito la venta de drogas al menudeo en la Plaza Garibaldi y en colonias como Guerrero , Santa María la Ribera, San Rafael y Centro .

El capítulo más reciente de la guerra entre las bandas criminales que en los últimos años han sembrado de imágenes dantescas las calles de la ciudad llegó en un momento en el que la capital del país atraviesa la peor crisis de violencia de que se tiene registro .

Una nota aparecida ayer en el portal Animal Político documentó, con datos de la Procuraduría General de Justicia capitalina , que la capital del país acababa de vivir el inicio de año más violento, desde que la violencia se mide: 143 asesinatos , “más que cualquier otro enero del que se tenga información”, según el portal; un incremento de 80% con respecto al mismo mes del año pasado.

De acuerdo con los datos, las denuncias por violación se multiplicaron por cinco , el robo a pasajeros en el interior del Metro aumentó 365%, la cifra de delitos denunciados subió en 15 de las 16 alcaldías, mientras que los asesinatos repuntaron en 9.

A la ciudad la atraviesan diariamente, a toda hora, testimonios de asaltos, extorsiones, secuestros exprés, robo de autos, robo a pasajeros, robo a casas habitación. Como hacía mucho tiempo no ocurría, la inseguridad y el miedo se respiran en las calles. Lamentablemente, no se trata de una percepción. En la propia plataforma de la procuraduría capitalina se han revelado las cifras. De nuevo —como ocurría, tal vez, en los años 90 del siglo pasado—, todos conocemos a alguien que ha sido víctima de algo —y todos, de algún modo, hemos sido víctimas de algo.

El deterioro de la seguridad se aceleró durante la segunda mitad de la administración anterior. En los últimos años del gobierno de Miguel Ángel Mancera, la capital regresó a niveles de inseguridad y violencia que no se habían visto en por lo menos 20 años. Este fue uno de los factores que provocó que la popularidad del anterior jefe de gobierno cayera en picada.

La corrupción de los cuerpos policiacos llegó a niveles que recordaban los tiempos del Negro Durazo. Se desbordó la Unión Tepito, repuntó la violencia en el norte, el oriente y el poniente, la Marina ingresó, incluso, en la delegación Tláhuac, y se enfrentó a tiros con el misterioso líder de un grupo criminal (El Ojos) . El sexenio naufragó en un baño de sangre: los descuartizados de Nonoalco, el acribillamiento de 11 personas en Garibaldi —a manos de sujetos disfrazados de mariachi.

El gobierno de Claudia Sheinbaum decidió emprender acciones radicales en materia de seguridad . Volvió a dividir la ciudad en cuadrantes. Cesó a los jefes de sector que durante años habían tejido redes de corrupción. Colocó al frente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana a un personaje de honestidad probada: el maestro en Administración Jesús Orta Martínez , antiguo secretario general de la Policía Federal.

¿Qué está fallando? Sobre esto, y sobre la peor crisis de inseguridad en la CDMX escribiré en la siguiente entrega.

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