En medio de la urgencia de la nota diaria, tres periodistas mexicanos —David Fuentes, Sandra Romandía y Antonio Nieto— decidieron seguir el hilo de la violencia que azota como nunca antes a la capital del país. Ese hilo los llevó, entre muchas otras cosas, al día en que el sanguinario Edgar Valdez Villarreal, La Barbie, creó La Unión Tepito.
El hilo los condujo también por un panorama de horror que comienza el 15 de diciembre de 2007, el día en que las primeras señales de violencia preocupante aparecieron en la ciudad.
Esa madrugada fueron halladas en bolsas de plástico las cabezas de dos empleados de una empresa de carga aérea. Aquellas decapitaciones eran la respuesta que daba el Cártel de Sinaloa al decomiso de media tonelada de cocaína.
Los hallazgos de los tres periodistas están contenidos en un libro de próxima publicación: Narco CDMX. Una de las grandes revelaciones del volumen refiere el día en que, para la capital del país, todo cambió. Ese día, cuentan los autores, La Barbie convocó a una junta en una vecindad de la calle de Hojalateros, a la que asistieron los principales distribuidores de droga de Tepito.
Acababa de morir, abatido en Cuernavaca, Arturo Beltrán Leyva y La Barbie intentaba recomponer las cadenas de tráfico que Beltrán tenía bajo su control.
La propuesta de La Barbie consistió en reunir a los narcomenudistas del barrio en un solo grupo. Indican los autores que entre los convocados a la reunión figuraba un ex policía judicial que se valía de sus contactos para brindar protección a los criminales de Tepito. Su nombre: Ricardo López Castillo. Su apodo: El Moco.
A la junta acudieron los hermanos Francisco y Armando Hernández Gómez, conocidos como Pancho Cayagua y El Ostión. Eran los distribuidores de droga más importantes en el corredor Insurgentes-Zona Rosa.
La reunión terminó horas después, con consecuencias devastadoras para la ciudad. Había nacido La Unión Tepito.
Según los periodistas, ese mismo año arrancó el rosario de ejecuciones, primero entre las familias que no aceptaron el pacto de La Barbie, y luego entre todo aquel que intentó oponerse a los designios de La Unión.
Como dije, esta es solo una de las revelaciones que contiene el libro. Narco CDMX arma y da sentido a la escalada de hechos de sangre que desde la última década habita cotidianamente en titulares y noticiarios.
Al narrar la genealogía de La Unión Tepito —de Pancho Cayagua al recientemente aprehendido David García Ramírez, El Pistache—, los autores ofrecen la explicación más clara que he leído de cómo llegamos a este punto. No solo al carnaval macabro de ejecuciones y asesinatos, sino también:
A la madrugada en que dos cuerpos descuartizados aparecieron en el Puente de Nonoalco en junio de 2018. O a la noche en que tres sujetos vestidos de mariachis atravesaron la Plaza Garibaldi y abrieron fuego, con armas largas y cortas, en contra de once personas —presuntos integrantes de una organización rival, la llamada Fuerza Anti Unión.
Narco CDMX narra el surgimiento de otros grupos criminales en la ciudad —por ejemplo, el Cártel de Tláhuac, que dirigió Felipe de Jesús Pérez Luna, El Ojos—, pero también aborda la atomización que han sufrido estas organizaciones tras la detención o abatimiento de sus líderes. Finalmente, echa mano de documentos oficiales que advierten de la entrada a la ciudad del Cártel Jalisco Nueva Generación, a través de un ex policía que estuvo preso en el Reclusorio Oriente y más tarde en el penal de Ciudad Juárez.
El periodismo narra, explica, aclara. Quita velos. Precisamente desde el periodismo, Sandra Romandía, Antonio Nieto y nuestro compañero de EL UNIVERSAL, David Fuentes, revelan las imágenes del mundo oscuro que las autoridades, omisas, acaso coludidas, durante tanto tiempo intentaron ocultar.
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