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Seis cuerpos en un Versa negro: tres en la cajuela, dos en los asientos traseros, uno más en el asiento del copiloto. En el polvo de la portezuela del conductor, alguien escribió con el dedo: “ANTI UNION”.
A las 00:15 del pasado martes 10 de julio, según las cámaras de vigilancia, el Versa negro, y un vehículo blanco que lo escoltaba, se internaron, desde la Ciudad de México, en calles de Ciudad Nezahualcóyotl. Avanzaron por Oceanía y Avenida Central, doblaron en Bosques de Argelia y más tarde en Bosques de Libia.
En esta última calle, el conductor estacionó el Versa y descendió; probablemente se inclinó entonces para escribir el mensaje con el dedo, y finalmente abordó el auto blanco que lo acompañaba. Las cámaras registraron el escape del vehículo hacia el rumbo de Ecatepec.
El Versa prestaba servicio como Uber. Las víctimas habían sido golpeadas. Tenían entre 25 y 30 años, así como domicilios registrados en Iztapalapa e Iztacalco. De acuerdo con fuentes de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, se trataba de checadores de microbuses que trabajaban en rutas que van de la Central de Abastos al Metro Revolución. Algunos de ellos tenían antecedentes penales, y todos un pasado de consumo y adicción.
El mismo martes, un hombre y una mujer aparecieron desmembrados en la colonia Renacimiento de Aragón, en el municipio de Ecatepec. Una parte de los restos se hallaban envueltos en cobijas, “una azul y otra café a cuadros”. Al llegar al lugar, la policía municipal encontró cuatro manos y cuatro pies y descubrió que los troncos estaban en una bolsa de plástico negra. Según EL UNIVERSAL, hacia las siete de la mañana los vecinos habían escuchado el motor de una camioneta que se detuvo en Valle de Omar, justo en el sitio en donde aparecieron los restos.
Apenas cuatro días antes —6 de julio—, en la colonia México Independiente, en Ecatepec, un auto frenó en la esquina de Francisco I. Madero y Moctezuma. Los tripulantes descendieron y abrieron fuego contra dos hombres que caminaban. Ambos recibieron el tiro de gracia. A un lado de los cuerpos, los agresores abandonaron un cartel en el que estaba escrito: “Fuerza Anti Unión”. Según los vecinos, las víctimas no eran conocidas en el rumbo.
Ese mismo fin de semana, según el reportero David Fuentes, otras cuatro personas fueron ejecutadas, en hechos aislados, en el municipio de Naucalpan: las cuatro “tenían cartulinas con la misma leyenda”: la firma de la Fuerza Anti Unión —organización criminal liderada por el ex presidiario Jorge Flores Concha, El Tortas, quien disputa a la Unión Tepito, encabezada por Roberto Moyado, El Betito, el control de la extorsión, el cobro de piso y el narcomenudeo en la Ciudad de México.
¿Por qué la guerra entre estos grupos criminales dejó las calles del centro para extenderse a territorio mexiquense? ¿Qué se está peleando ahora, por qué van a tirar al Edomex cuerpos asesinados en la capital, en especial en municipios que desde hace tiempo están bajo el azote de la Familia Michoacana?
A fines de junio, en una declaración que el estruendoso clima electoral hizo prácticamente inaudible, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, José Ramón Amieva, sostuvo que organizaciones criminales de Jalisco, Guerrero y Morelos están participando en la guerra por las calles de la capital. “Tenemos conocimiento de que (la Unión Tepito y la Fuerza Anti Unión) se han vinculado o relacionado con otros grupos que ejercen el narcotráfico a nivel nacional”, dijo Amieva.
Las organizaciones de Jalisco, Guerrero y Morelos que suelen ser vinculadas con actividades de narcomenudeo en la Ciudad de México son el Cártel Jalisco Nueva Generación y el conglomerado de grupos criminales que opera en el corredor México-Acapulco: desde el Cártel de los Beltrán Leyva hasta Los Rojos y los Guerreros Unidos, por citar algunos.
El pasado 7 de julio, el cadenero de un bar de Polanco fue seguido hasta la taquería El Califa de Paseo de las Palmas. Según los testigos, dos hombres que lo siguieron en motocicleta le hicieron al menos 11 disparos. Una extranjera que salía del lugar recibió un tiro en la cabeza. El hecho destapó la cadena de extorsiones que sufren baristas y restauranteros de Polanco.
El cuadro completo es el de una ciudad despedazada por el crimen, la violencia desmedida y la corrupción sin límites. Una ciudad en la que, al presentar sin más explicaciones su renuncia, el secretario de Seguridad Pública acaba de afirmar, por cierto, que lo hace “orgulloso con el desempeño y los resultados”.