Hay que entender que, por encima de lo deportivo, siempre estará lo económico, y se volvió a demostrar que —en Las Vegas — primero está el dinero.
Sería muy duro decir que Saúl Canelo Álvarez no merecía llevarse la victoria, porque propuso una pelea distinta a la última exhibición que le habíamos visto, ya que salió con una postura mucho más ofensiva, que dejó un sabor de boca muy agradable para todos aquellos críticos de su carrera.
Mientras el boxeo siga siendo un deporte de apreciación, la corrupción y los manejos chuecos por parte de los organizadores no dejarán de existir, porque desafortunadamente el dinero es el que manda, sin importar quién es mejor peleador.
Lo que es un hecho es que nuestro país no encuentra un ídolo en el pugilismo. No ha llegado el día en el que todos veamos ganar con claridad al Canelo .
Se extrañan aquellas noches donde el país completo festejaba las victorias de Julio César Chávez, ganando de principio a fin, demostrando que era un campeón indiscutible.
Ganó el mexicano, pero seguiré creyendo que lo más justo hubiera sido el empate, porque el combate fue cerrado, con un gran intercambio de golpes, pero se tenía que buscar una revancha y volver a llenar de billetes verdes los bolsillos de los organizadores.