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El martes 7 de noviembre, el INEE hizo públicos los resultados del Estudio Internacional sobre Educación Cívica y Ciudadanía 2016 (Cívica) que ofrece datos muy interesantes sobre conocimientos, actitudes, valores, disposiciones y conductas de los alumnos de segundo de secundaria (14 años de edad aproximadamente), datos que informan de la preparación que están recibiendo en la escuela para su futura actuación como ciudadanos.
¿Qué es un buen ciudadano? Es un ciudadano participativo, íntegro, moralmente fuerte, informado, autónomo, tolerante, honesto, honrado, respetuoso de la ley, pacífico, sensible ante las necesidades y los problemas de los otros y comprometido con la democracia y la justicia.
La evaluación Cívica tiene limitaciones. La educación ciudadana no se puede medir con la precisión con la que se mide el conocimiento de las matemáticas y, sin embargo, lo que nos aporta este estudio son datos muy interesantes sobre la competencia ciudadana de los jóvenes.
Es difícil construir un juicio de conjunto sobre la prueba, pero se pueden apreciar datos significativos. Por ejemplo, llama la atención que el 38% de los estudiantes opine que es malo que se permita la crítica pública al gobierno; que sólo la mitad de ellos aproximadamente piense que el respeto a la ley es esencial para la buena ciudadanía, que el 35% considere que es correcto que la policía detenga, sin juicio previo, a sospechosos que amenazan la seguridad nacional; que un porcentaje que oscila entre 30 y 40% de los estudiantes haya opinado que es legítimo protestar mediante conductas ilegales como pintar edificios, clausurar avenidas u ocupar edificios.
En cambio, es gratificante advertir en estos datos que los estudiantes, en su inmensa mayoría, desean participar en la vida política democrática; que un alto porcentaje revele proclividad a hacer trabajo comunitario, que la mayoría señale que las plagas que amenazan el futuro son la pobreza, el crimen, la contaminación y la escasez de agua y alimentos, y que 57% consideren al conflicto violento como una amenaza para el futuro.
Nunca debemos perder de vista el valor estratégico que tiene la educación ciudadana. El proceso de nuestra transición hacia la democracia no ha sido lineal, ni fácil y, más bien, ha sido una ruta erizada de obstáculos; y no podía ser de otra manera porque somos una nación que vivió en el pasado prolongados periodos de autoritarismo y muy breves episodios democráticos.
Por lo mismo, el problema de México para transitar con éxito a la democracia es, precisamente, que no cuenta con un acervo rico de cultura democrática y, en cambio, cuando exploramos los conocimientos, los hábitos, las costumbres, las actitudes, las conductas y los valores de la población adulta descubrimos, con preocupación, que en buena parte de los mexicanos subsisten huellas de la herencia autoritaria. Esas huellas se registran en estudios como el Informe País del INE sobre la calidad de la ciudadanía y también se reflejan en comportamientos sociales cotidianos que documentan los medios como la violencia, la criminalidad, la ilegalidad, la corrupción, la desigualdad, etc.