Cómo estorban los partidos de vuelta de la Liga de Campeones de la Concacaf, cuando dentro de tres días se jugará el Clásico Nacional. Sobre todo al América, que tiene, ahora sí, la obligación de salir victorioso del estadio de las Chivas, el próximo sábado.
Encontrarse en la preparación para un partido de tal magnitud, al Cibao y al Saprissa con la eliminatoria definida, solamente estropea el ritmo, el descanso y desvía la atención mental de muchos futbolistas, cuando la realidad es que tienen que estar concentrados en lo que representa jugar el partido más pasional del país.
Cuando llegó Matías Almeyda a las Chivas y no se daba un centavo por ellos en su primer Clásico, lo terminaron ganando en el Estadio Azteca. Cuando se esperaba una goleada del América, la decepción fue absoluta; por eso, aquel partido del mes de septiembre de 2015 es un gran recordatorio para ambos equipos, para los deprimidos chivas que están en el penúltimo lugar de la tabla en la actualidad y para que no peque de soberbia el líder de la competencia, el América.
No es tema el lugar común de que los Clásicos son distintos, que puede ganar cualquiera, que la pelota es redonda y que las estadísticas no juegan. No, contrario a estos, estoy convencido de que en esta ocasión el América es infinitamente superior al Guadalajara y tiene que demostrarlo; por eso, y conociendo a Miguel Herrera, no pecarán de soberbia y tendrán que ofrecer una actuación acorde a lo que representa su actual liderato.
Guadalajara, a su vez, no salva la temporada ganándole al América. Sería extremadamente mediocre quien piense así, porque este equipo no puede conformarse con ganarle a su más odiado rival sin llegar a una Liguilla y pelear por el título en el mismo torneo.
Por eso estorban los partidos de la Concachampions, oponentes de poca clase que lo único que ponen en riesgo es manchar a los equipos mexicanos previo a un partido de tal envergadura; imaginen que el Saprissa le gana al América en el Azteca o el Cibao al Guadalajara en el estadio Akron. No se comprendería y solamente empañaría y bajaría el ánimo de los involucrados el sábado en el partido más mediático del futbol mexicano.
El rompimiento evidente entre Almeyda e Higuera puede magnificarse y ser un arma poderosa si el Guadalajara no saca un resultado positivo el sábado, porque una humillación haría cambiar de opinión a Jorge Vergara y, tal vez, cortar un proyecto del que tanto se han dedicado a presumir por su continuidad, aunque los últimos resultados han sido raquíticos.
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