Este intento raro de partido que se jugará, esta noche, entre Toronto FC y Tigres abre otra vez la puerta a la pregunta sobre por qué no tener partidos de temporada regular —de los diferentes equipos de la Liga MX— en Estados Unidos.
Si bien, el juego de hoy será en Canadá por razones obvias, los directivos deberían entrar en razón y explotar el mercado de manera más contundente, como lo hace la Selección Nacional Mexicana.
Según datos del Centro de Investigación Pew, especializado en actitudes y tendencias, en Estados Unidos existen 35 millones de aficionados mexicanos al futbol, a los que no les importa en lo más mínimo ver a clubes europeos cuando se trata de vivir por dos horas su mexicanidad y sentirse de nuevo en su país.
Es complejo saber cuánto genera un partido de futbol a nivel de clubes en Estados Unidos, pero deben ser mínimo 10 millones de dólares, dinero que nadie les dará, porque tienen una pobre entrada en sus estadios durante una jornada de temporada regular.
Pongamos un ejemplo: el Veracruz-Toluca de la fecha más reciente registró una asistencia de ocho mil 897 personas.
El Pumas-Lobos tuvo 15 mil 235, al Querétaro-Puebla fueron 15 mil 569 y al América-Morelia, 24 mil tres, partidos donde fueron locales clubes que —en Estados Unidos— en plazas como Houston, Dallas, Los Ángeles, Phoenix o Nueva York, habrían generado mucho más de 50 o 60 mil aficionados. Simple: cuando se trata de un juego de temporada regular, el interés es distinto a los bodrios que se organizan durante las Fechas FIFA, que si bien representan una ganancia económica a los clubes, el de mayor tajada siempre será el promotor.
Este mercado natural entre Estados Unidos y México lo entendieron perfectamente la NFL, MLB, NBA y hasta la PGA, además de la Fórmula Uno. Al tratarse de competencias oficiales, en temporada regular, hacen que crezca el interés y sea mucho más atractivo para quienes pagan un boleto caro.
Si estos monstruos de la mercadotecnia confían en esta estrategia, por qué la Liga MX se ha quedado cruzada de brazos, si tiene un mercado natural que le puede generar un presupuesto tan amplio que varios clubes podrían salir de sus altas crisis económicas y otros invertir en más futbolistas foráneos con calidad o fuerzas básicas.
No hay más: es un ganar-ganar. Incluso, no sería descabellado tener una Liga norteamericana, donde jugaran unos contra otros, en diferentes territorios, y así cambiar un poco y mover a un futbol que vive en una alarmante zona de confort, como lo es el mexicano.
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