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Ocho días después de perder la final contra Tigres, el entrenador del Monterrey, Antonio Mohamed, apareció ante los medios de comunicación. Durante ese tiempo, estuvo en duda su continuidad por el estrepitoso fracaso de volver a caer como local en un duelo por el título, al frente del mismo equipo, el que lo contrató para convertirse en campeón, no en perdedor de finales.
Ese golpe a la autoestima de todos los aficionados a los Rayados será muy complejo de superar, porque ni ganando la devaluada Copa MX, ni ganando el próximo torneo —si no es contra Tigres— sabrá igual. Es un estigma con el que debe cargar toda su carrera; por eso, se le notaba demacrado. Apareció en la sala de conferencias para no decir nada, pero a la vez encontrar mucha sustancia en sus palabras. Obviedades y lugares comunes.
Se ausentó de su afición y dio la cara después de tanto tiempo, porque —según él— no es correcto hablar en caliente. Disminuido en su característica arrogancia, lanzó palabras normales para un equipo que perdió recientemente algo tan trascendental: que están de pie para jugar una nueva final, que les dolió caer en la final y están de duelo, felicitó a Tigres y tienen que levantarse.
La pregunta es ¿cómo? De ganarle a Pachuca, sería lo normal, y el título no sabría como derrotar a Tigres en la final de la liga. Si pierden otra final en casa, se convertiría en la puntilla a un proyecto que hoy camina con los mismos elementos gracias a la absurda idea de culminar con lo que inició. Habrá defensores de Mohamed, pero nadie puede negar que le propinaron el peor golpe en su carrera y que por más que gane partidos, incluso títulos, siempre quedará marcado por perder el clásico regio más importante de la historia.
No hay el más mínimo interés en la final del jueves. Está fuera de tiempo, en una fecha en la que la gente ya piensa en otras cosas antes que en ver a Pachuca o Monterrey coronarse. Un torneo copero que, desde que se tuvo que posponer por el sismo de septiembre, debió cancelarse. Hoy incomoda mucho más de lo que beneficia.
Para Mohamed y los jugadores de Monterrey es un suplicio jugarla, entrenar inmediatamente después del fracaso en la liga y con el conocimiento de que, si ganan, no pasa nada, y si pierden, será mucho más cuestionada la continuidad, no nada más del entrenador, sino de varios futbolistas que son parte fundamental en no conseguir los objetivos trazados.
En Monterrey les han dado todo. Lo que quieran ganar, les pagan, los jugadores que requiere el entrenador, los tiene. Nadie, ni directivos, entrenador o jugadores ha explicado a su fiel afición qué pasó la noche del 10 de diciembre, porque no pudieron ganarle a los Tigres cuando, en dos ocasiones durante la final, tenían ventaja en el marcador. Nadie explica por qué Avilés Hurtado tiró el penalti cuando no estaba al 100% físicamente y quién ordenó que jugara como titular.
No, esas palabras no se dieron en la reaparición de Mohamed; solamente lugares comunes, pretextos burdos y cero explicaciones a la más grande humillación jamás vivida por un equipo de futbol en Monterrey.
@gvlo2008
gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx
Ese golpe a la autoestima de todos los aficionados a los Rayados será muy complejo de superar, porque ni ganando la devaluada Copa MX, ni ganando el próximo torneo —si no es contra Tigres— sabrá igual. Es un estigma con el que debe cargar toda su carrera; por eso, se le notaba demacrado. Apareció en la sala de conferencias para no decir nada, pero a la vez encontrar mucha sustancia en sus palabras. Obviedades y lugares comunes.
Se ausentó de su afición y dio la cara después de tanto tiempo, porque —según él— no es correcto hablar en caliente. Disminuido en su característica arrogancia, lanzó palabras normales para un equipo que perdió recientemente algo tan trascendental: que están de pie para jugar una nueva final, que les dolió caer en la final y están de duelo, felicitó a Tigres y tienen que levantarse.
La pregunta es ¿cómo? De ganarle a Pachuca, sería lo normal, y el título no sabría como derrotar a Tigres en la final de la liga. Si pierden otra final en casa, se convertiría en la puntilla a un proyecto que hoy camina con los mismos elementos gracias a la absurda idea de culminar con lo que inició. Habrá defensores de Mohamed, pero nadie puede negar que le propinaron el peor golpe en su carrera y que por más que gane partidos, incluso títulos, siempre quedará marcado por perder el clásico regio más importante de la historia.
No hay el más mínimo interés en la final del jueves. Está fuera de tiempo, en una fecha en la que la gente ya piensa en otras cosas antes que en ver a Pachuca o Monterrey coronarse. Un torneo copero que, desde que se tuvo que posponer por el sismo de septiembre, debió cancelarse. Hoy incomoda mucho más de lo que beneficia.
Para Mohamed y los jugadores de Monterrey es un suplicio jugarla, entrenar inmediatamente después del fracaso en la liga y con el conocimiento de que, si ganan, no pasa nada, y si pierden, será mucho más cuestionada la continuidad, no nada más del entrenador, sino de varios futbolistas que son parte fundamental en no conseguir los objetivos trazados.
En Monterrey les han dado todo. Lo que quieran ganar, les pagan, los jugadores que requiere el entrenador, los tiene. Nadie, ni directivos, entrenador o jugadores ha explicado a su fiel afición qué pasó la noche del 10 de diciembre, porque no pudieron ganarle a los Tigres cuando, en dos ocasiones durante la final, tenían ventaja en el marcador. Nadie explica por qué Avilés Hurtado tiró el penalti cuando no estaba al 100% físicamente y quién ordenó que jugara como titular.
No, esas palabras no se dieron en la reaparición de Mohamed; solamente lugares comunes, pretextos burdos y cero explicaciones a la más grande humillación jamás vivida por un equipo de futbol en Monterrey.
@gvlo2008
gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx