No cualquier jugador puede llegar a un equipo como Cruz Azul. Eso ha quedado claro a lo largo de todos estos años, en los que —con tal de buscar el título que tanto se le ha negado— ha contratado por desesperación a algunos futbolistas de pobre calidad y dudosa procedencia, quienes han terminado siendo un verdadero fiasco o un simple negocio para algún promotor.
Se fue Iván Marcone y la respuesta de Pedro Caixinha fue buscar a un portugués que no tiene punto de comparación con la calidad y el aporte que le daba el argentino a la escuadra cruzazulina.
Y no es necesario tener que observar a Stephen Eustáquio todo un torneo para después sacar conclusiones. No se trata de un jugador hecho, que se convierta rápidamente en una respuesta para un club como Cruz Azul , en el que no hay tiempo para hacer experimentos y terminar de “pulir” a una “joya” del futbol de otro país.
Cruz Azul
necesita futbolistas consolidados del extranjero; para jóvenes promesas, debería voltear a sus fuerzas básicas, darle la oportunidad a mexicanos jóvenes. Este tipo de contrataciones desaniman a quienes forman parte de los equipos Sub-20 y Sub-17, porque simplemente no confían en ellos.
Eso es lo que no gusta de la llegada de este mediocampista, que parece más una compra de pánico que una adquisición planeada, pensada y trabajada. Acá está claro que es una apuesta de Pedro Caixinha avalada por Ricardo Peláez, algo que no debería haberse hecho de esa manera, ya que es cuando menos probabilidades de éxito existen, en relación a un fichaje.
Porque este equipo no necesita más Francinilson Santos Meireles, mejor conocido como Maranhao; o a otro Maximiliano Biancucchi, quien aunque es primo de Lionel Messi, en México se convirtió en una de las más vergonzosas compras en la historia. Y así podemos nombrar a otros más: Waldo Ponce, Roque Santa Cruz, Nicolás Bertolo, Achille Emaná o el último y que tanto escándalo le armó al propio Caixinha, Walter Montoya.
Es entonces que no se comprende si quien trae a este portugués es el técnico, que Peláez no haya utilizado su envergadura para evitarlo y cuestionar si se necesita a un jugador con el perfil de Eustáquio o hubiera sido mejor buscar una semana más para tratar de encontrar a alguien más parecido a Marcone, que es lo que realmente necesita Cruz Azul.
Lo que menos se entiende es que no se den tiempo para que, en lugar de traer a un futbolista de 22 años, aprovechen a uno que ya tienen en la plantilla como Rafael Baca y, al mismo tiempo, sacar y trabajar a alguno que ya esté en las fuerzas básicas. Seguramente tienen a uno que recupere bien el balón y al que se pueda instruir.
Pero otra vez se les hizo más fácil comprar, aunque lo hayan hecho sin la certeza de que lo que están adquiriendo tenga las credenciales para responder a las necesidades del equipo de manera inmediata. Y eso, si comienza a jugar ya, o lo tienen que esperar más de cinco jornadas en lo que se adapta a la ciudad, al equipo, a sus compañeros y a todos esos pretextos que ponen. Por eso es que la apuesta de Caixinha es tan absurda como el hecho de haber perdido a Marcone.
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