Llegó Pedro Caixinha y despidió al futbolista que se autodenominó el símbolo de Cruz Azul de los últimos tiempos, el de los fracasos constantes y el que siempre daba la cara cuando fueron eliminados. Se va Christian Giménez en medio de las mismas formas rudimentarias con las que han manejado a un equipo que cada seis meses ve la esperanza en nuevos personajes, que ilusiona a los siempre golpeados aficionados y que con modelos arcaicos intentan tapar la suciedad de años.
Cruz Azul se deshace de un ícono y empieza por enésima vez un proyecto, con entrenador probado en el futbol mexicano, pero que hoy está en un equipo extremadamente mediático y con un objetivo contundente: ser campeón en mayo. Todo lo demás no servirá para maldita la cosa.
Se ha convertido en un lugar común hablar de la metodología del portugués, que —dicho sea de paso— solamente en nuestro país ha cosechado éxito. Si impondrá un horario de ocho horas diarias de trabajo, como en cualquier oficina que se jacta de laborar seriamente, si tendrán que verse las caras los futbolistas como en la escuela y cada quien tendrá su pupitre, y si tendrán que desayunar y comer de lunes a viernes, más días de partido; eso es lo de menos, lo trascendental es que le den plena libertad, que no tenga que pedirle permiso hasta para ir al baño a papá e hijo Álvarez.
Se podría suponer que palomeó a los refuerzos anunciados antes de su llegada. Si no, otra vez iniciaron al revés. Cruz Azul contrata y contrata. Han pasado más de 85 refuerzos extranjeros y más de 80 nacionales, sumando a más de 60 debuts desde que ganó el título por última vez, hace 20 años y 5 días. Es decir que nadie, ni el propio Chaco Giménez, ha podido sacar de una mediocridad alarmante a un equipo que su problema no está en las contrataciones, ni en sus entrenadores. Mientras no quieran dejar trabajar a especialistas con autonomía, será siempre lo mismo.
El ejemplo es Tigres. Cuándo se escucha que el dueño de Cemex intervenga en decisiones deportivas... nunca. No pasó con don Lorenzo Zambrano y no sucederá nunca. Cementero a su cemento debería ser aplicado en este tema. La estructura de Tigres contempla a un presidente con decisiones propias (no dueño), como Alejadro Rodríguez, a un delegado deportivo, como Miguel Ángel Garza, también con decisiones autónomas, y a un entrenador, como Ricardo Ferretti, quien tiene planes a corto, mediano y largo plazo. Y ¿saben qué? También con autonomía para decidir. En Cruz Azul , es totalmente al revés. Todo, hasta las redes sociales, pasan por los dueños. Simplemente, no les gusta delegar y los directivos no son libres de tomar alguna determinación.
Pedro Caixinha encontrará un entorno complejo y, para su explosividad, debe entender que llegó al equipo con más presión en la actualidad, incluso por encima del Monterrey y Antonio Mohamed o del América y Miguel Herrera . Cruz Azul es atípico, parecen cómodos sus directivos cuando son eliminados.
Exigir autonomía debería ser la premisa de Caixinha; de lo contrario, seguiremos viendo lo mismo de siempre.