Más Información
Extinción del Inai; Adrián Alcalá pide a legisladores garantizar protección de datos y acceso a información
FOTOS: "Estábamos abriendo la bodega cuando nos sacaron los militares"; trabajadores narran operativo en plaza de izazaga
“Vamos por todos los peces corruptos”; Raquel Buenrostro rinde protesta como secretaria de Función Pública
Taddei insiste a Morena que se necesitan 13 mmdp para elección judicial; acuerda revisar presupuesto de nueva cuenta
Los teléfonos inteligentes se han convertido en una desgracia para los protagonistas del deporte y de los escándalos... evidencian lo que antes era imposible ventanear y desnuda a quienes tienen malos comportamientos.
Hace unos días, en la celebración del campeonato de la Concacaf, en plena Plaza de La Minerva de Guadalajara, Rodolfo Pizarro fue grabado por un aficionado de las Chivas, justo cuando gritó: “Y que chingue a su puta bomba y negra madre el América”; ayer, fue el turno para un jugador de Pumas, que explotó ante los reclamos después de la derrota
frente al América e insultó a sus propios aficionados con una seña.
Alejandro Arribas, defensa central español, que le ha costado una barbaridad adaptarse y destacar en el futbol mexicano, no pudo contenerse ante los gritos y protestas de los aficionados ubicados en la tribuna central del Olímpico Universitario y les pintó el dedo, si la misma seña que hizo Rubén Omar Romano, cuando era técnico de Santos, a los seguidores en Torreón y por lo que lo despidieron; la misma que hizo el “elegante” Paco Jémez en el estadio Azul hace algunos meses y que la directiva solapó argumentando que era normal esta burda, ordinaria y corriente agresión.
Arribas se equivocó, perdió el sentido de lo que requiere un futbolista cuando está pasando por una crisis, porque no es menor perder un partido de cuartos de final en casa contra el rival odiado por 1-4. La directiva de Pumas debe solucionar esto de manera ejemplar, castigándolo y demostrando que la decencia está por encima de cualquier resultado y enojo, de cualquier capricho o actitud de diva como la que mostró el defensor el pasado miércoles en Ciudad Universitaria y de la que contagió a algunos de sus compañeros sin que cayeran en el mismo error.
Son momentos en los que deben conservar la calma y mostrar madurez, y si no son los futbolistas, sus directivos deben actuar inmediatamente y dar un golpe de autoridad. Una institución deportiva que de alguna forma representa a la UNAM, no debe dejar pasar de lado que un corriente jugador insulte a la afición, ni si quiera cuando se han metido fuertemente con él, por su bajo rendimiento en un partido.
El español estaba fuera de sus cabales desde que inició el partido, de hecho, Marcelo Díaz le recriminó duramente y estuvieron a punto de llegar a los golpes por la inmadurez del zaguero, una imagen que no corresponde al compañerismo de un equipo que pelea o intenta pelear por el título. Se rompió la armonía gracias a sus desplantes y también perdieron la concentración.
La directiva encabezada por Rodrigo Ares de Parga no debe solapar estas acciones y tiene la obligación de sancionar internamente al defensor, incluso, de hacer un anuncio público del castigo para que los demás se den cuenta que nadie puede estar por encima de una institución y los valores que representa.
@gvlo2008
gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx
Hace unos días, en la celebración del campeonato de la Concacaf, en plena Plaza de La Minerva de Guadalajara, Rodolfo Pizarro fue grabado por un aficionado de las Chivas, justo cuando gritó: “Y que chingue a su puta bomba y negra madre el América”; ayer, fue el turno para un jugador de Pumas, que explotó ante los reclamos después de la derrota
frente al América e insultó a sus propios aficionados con una seña.
Alejandro Arribas, defensa central español, que le ha costado una barbaridad adaptarse y destacar en el futbol mexicano, no pudo contenerse ante los gritos y protestas de los aficionados ubicados en la tribuna central del Olímpico Universitario y les pintó el dedo, si la misma seña que hizo Rubén Omar Romano, cuando era técnico de Santos, a los seguidores en Torreón y por lo que lo despidieron; la misma que hizo el “elegante” Paco Jémez en el estadio Azul hace algunos meses y que la directiva solapó argumentando que era normal esta burda, ordinaria y corriente agresión.
Arribas se equivocó, perdió el sentido de lo que requiere un futbolista cuando está pasando por una crisis, porque no es menor perder un partido de cuartos de final en casa contra el rival odiado por 1-4. La directiva de Pumas debe solucionar esto de manera ejemplar, castigándolo y demostrando que la decencia está por encima de cualquier resultado y enojo, de cualquier capricho o actitud de diva como la que mostró el defensor el pasado miércoles en Ciudad Universitaria y de la que contagió a algunos de sus compañeros sin que cayeran en el mismo error.
Son momentos en los que deben conservar la calma y mostrar madurez, y si no son los futbolistas, sus directivos deben actuar inmediatamente y dar un golpe de autoridad. Una institución deportiva que de alguna forma representa a la UNAM, no debe dejar pasar de lado que un corriente jugador insulte a la afición, ni si quiera cuando se han metido fuertemente con él, por su bajo rendimiento en un partido.
El español estaba fuera de sus cabales desde que inició el partido, de hecho, Marcelo Díaz le recriminó duramente y estuvieron a punto de llegar a los golpes por la inmadurez del zaguero, una imagen que no corresponde al compañerismo de un equipo que pelea o intenta pelear por el título. Se rompió la armonía gracias a sus desplantes y también perdieron la concentración.
La directiva encabezada por Rodrigo Ares de Parga no debe solapar estas acciones y tiene la obligación de sancionar internamente al defensor, incluso, de hacer un anuncio público del castigo para que los demás se den cuenta que nadie puede estar por encima de una institución y los valores que representa.
@gvlo2008
gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx