Miguel Herrera 

tiene razón en muchos de los conceptos que vertió en la conferencia de prensa posterior al empate a un gol contra las Chivas. Sin duda, el arbitraje de César Ramos Palazuelos y la pésima marcación del asistente dos, José Ibrahim Martínez, en la jugada donde Josecarlos van Rankin ridiculizó a Cecilio Domínguez y que no debió contar por un clarísimo fuera de lugar, influyó en el resultado.

Obviamente, cuando le afecta el trabajo arbitral, lo destaca Herrera. Nada que ver a lo sucedido la semana anterior, cuando Luis Enrique Santander les regaló un penalti y les avaló el gol del gane en claro fuera de lugar. Son cómplices de sus palabras; así es y seguirá siendo.

Pero lo grave es la anarquía en la que vive el América en el día a día. Cuando se le cuestiona por qué fue Mateus Uribe el cobrador del penalti, simplemente dijo que no tenía ni idea de por qué lo hizo el colombiano. Días atrás, tampoco lo tenía claro y evidenció a Carlos Vargas cuando fueron eliminados de la Copa MX , precisamente en penaltis, así es que muchas veces es mejor quedarte callado, porque lo único que demuestra es que ahí, los jugadores hacen lo que se les pega la gana, sin orden, sentido, ni disciplina.

Ha sido un Clásico con una diferencia abismal de talento y nivel competitivo. Simplemente, este América demostró superioridad. No hay quien pueda decir lo contrario. Mientras que para las Chivas hay celebración por un empate en el Azteca, para el equipo de Miguel Herrera hay otra gran frustración. Fue una semana terrible para este club.

La Liga MX está en pañales en procedimientos para evitar tragedias. Cuando, en el segundo tiempo, al disputar un balón Oribe Peralta y Jair Pereira se dieron un golpe en la cabeza, se volvió a vivir un momento de alta y espeluznante incertidumbre. El defensa de las Chivas, tirado en el campo, la ambulancia encendiendo su motor para llevarlo al hospital, y lo único que sucedió fue que dejaron que siguiera jugando.

Irresponsabilidad absoluta de las autoridades de la Liga, que permiten esto. Es indignante, casi a los niveles de decir que en Monterrey solamente hubo un herido y 41 mil aficionados se la pasaron seguros en el estadio.

Es urgente que se reglamente que, cuando un futbolista recibe un golpe en la cabeza, salga del campo y su equipo pueda hacer un cambio, sin que contabilice en los tres a los que tiene derecho, y vaya directamente al hospital a ser revisado, porque esto puede terminar en una verdadera tragedia por negligencia de las autoridades de la Liga y, por supuesto, de los cuerpos médicos de los equipos.

El día que Mateus Uribe falló, como lo hizo en la serie de penaltis del Mundial en la que Colombia fue eliminada por Inglaterra, y el día en el que Raúl Gudiño se graduó como porterto estelar de la Liga MX, será el único recuerdo de un Clásico que, por falta de capacidad a la hora de definir, no lo ganó el América.

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