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Sí, que lloren, pero que alguien ponga un alto a la masacre futbolística que están viviendo. No se merecen los apasionados argentinos tener una selección que es una piltrafa, en la que la anarquía es evidente, el liderazgo nulo y el compromiso inexistente por parte de un grupo de futbolistas que tienen a Jorge Sampaoli como comparsa, no como guía.
Leo Messi,
quien seguramente jugaría con más pasión, entrega e inteligencia con la selección catalana que con la de su propio país, debe replantearse seriamente seguir ahí. Tal vez, su renuncia en Nueva Jersey —al término de la Copa América Centenario— debió ser definitiva. No necesita a la selección de “su” país para pasar a la historia. Él será el mejor jugador de todos los tiempos aún sin ganar un Mundial. Qué necesidad de verlo humillado, derrotado, deprimido, escondido y —obviamente— con la acusación directa de que él es el único culpable de la crisis de la albiceleste.
Pese a tener oportunidad aún de clasificar, ha sido patético su accionar. Una crisis que nació después de la final en el MetLife perdida contra Chile en penaltis, una eliminatoria que fue salvada en último momento, gracias al propio Leo, ante Ecuador, donde mostró lo que suele ser semana a semana en Cataluña.
Cuando Alejandro Sabella dejó a la selección después de ser subcampeón mundial en Brasil 2014, inició el tormento. Tres entrenadores en cuatro años. Desde el gol de Mario Götze en la final de Maracaná, al de ayer del croata y socio de Messi en el Barcelona, Ivan Rakitic , en el estadio de Nizhny Nóvgorod, han pasado tres entrenadores: Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Sampaoli, quien nunca fue valorado en su propio país e hizo carrera en Chile, donde su fortaleza defensiva fue característica. Ojo, también ser el entrenador permisivo de las parrandas de los futbolistas en plena concentración le caracterizó.
Tres entrenadores es demasiado en tan poco tiempo, pero es peor que, aún con cierta renovación generacional de futbolistas, sigan siendo las mismas cartas las que definan el futuro argentino en un Mundial. Los amigos de Messi. Así es la selección de Argentina. Qué pena.
Cercano a confirmarse el gran fracaso de la Copa del Mundo, Argentina debe llorar, por dirigentes incapaces de tomar decisiones correctas, pero también porque parece que nadie tiene la culpa más que Messi, que —si bien— es el autor intelectual de estos descalabros, tampoco se le puede juzgar con tanta fuerza y señalarlo como culpable. Tal vez lo que frustre más a los arrogantes argentinos es que Cristiano Ronaldo juega el mismo papel con Portugal, pero ya es campeón de Europa y, por lo menos, jugará octavos de final en Rusia.