Hasta para la aplicación del VAR hay clases sociales. El árbitro Enrique Cáceres, de Paraguay , encargado de dirigir el Irán-Portuga l, hizo un ridículo monumental en la cancha de la Arena Mordovia de Saransk.
Se presentó una jugada de clara agresión de Cristiano Ronaldo sobre el iraní Morteza Pouraliganji, que solamente no vio el sudamericano. Por eso, le llamaron desde la caseta del Video Assistant Referee para que revisara la acción. Hasta ahí, todo dentro de lo correcto, porque el italiano Massimiliano Irrati —encargado del VAR— seguramente estaba tranquilo al ver que el árbitro Cáceres se dirigió hacia la pantalla para la revisión correspondiente, pero su sorpresa fue mayúscula cuando regresó al campo y sólo mostró una tarjeta amarilla al portugués.
¿Hasta dónde va a llegar la manipulación de un sistema que, cuando se aplica correctamente, evita las injusticias, pero cuando se trata de proteger a los niños consentidos de la FIFA, actúan como si fuera la Cosa Nostra?
Ronaldo
, si hubiera tenido un árbitro de verdad y no un títere como Cáceres , tendría que haber sido expulsado, pero no. Lo han dejado listo para que juegue los octavos de final en contra de Uruguay, así como con Neymar, el árbitro holandés Bjorn Kuipers no aplicó el reglamento correctamente y, ante una jugada que también revisó en el VAR, tras señalarla como penalti, se dio cuenta del engaño y trampa del brasileño, por lo que lo sancionó con una tarjeta amarilla, como debía ser.
Miedo, órdenes de un superior, protección a los vende camisetas, al “espectáculo”, o simplemente el capricho de dejar en la cancha a las supuestas estrellas, pero lo cierto es que el VAR —cuando entra el criterio— se convierte en lo mismo que siempre ha tenido el futbol, pero ahora con la gran diferencia que evidencian el absurdo, las tendencias, injusticiasy la falta de valor de los silbantes, cuando éstos son incapaces o simplemente reciben órdenes para marcar.
Cristiano Ronaldo
está injustamente habilitado para jugar los octavos de final contra Uruguay .
El futbol no necesita protección a las súper estrellas. Necesita credibilidad y la aplicación de la justicia, porque nadie de los millones de seguidores que vieron ese partido puede negar, después de ver las mismas repeticiones que el amafiado Cáceres, que el astro portugués no cometió una agresión. Esto es un escándalo monumental, pero eso sí, la FIFA se preocupa más por sancionar a los que gritan “¡Eeeh puto!” que por castigar a árbitros tendenciosos, miedosos e incapaces. Viven con una doble moral que sorprende