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Hace unos días, Enrique Krauze publicó en The New York Times un artículo titulado ¿Adiós a la democracia mexicana? En él, Krauze, autor del texto clásico Por una democracia sin adjetivos, le hace un flaco favor a la democracia mexicana al describirla como “frágil” y al señalar que estaría en riesgo en el hipotético caso de que López Obrador llegara a ganar la elección presidencial de julio de este año. Todo ello porque, según Krauze, “más allá de sus diferencias, todos [los candidatos], salvo López Obrador, comparten el respeto a la democracia.”
¿De dónde sale esta conclusión? Según Krauze, de las “actitudes” de AMLO. De expresiones que el aspirante ha hecho y que Krauze ha interpretado de tal forma que lo llevan a concluir que “Si López Obrador decide apelar a movilizaciones populares y plebiscitos, no sería imposible que convocara a un nuevo Congreso Constituyente y procediera a anular la división de poderes, a subordinar a la Suprema Corte y las entidades autónomas, a restringir a los medios y a silenciar las voces críticas. En ese caso, México sería otra vez una monarquía, pero caudillista y mesiánica, sin ropajes republicanos: el ‘país de un hombre’”.
Y claro, en algún sentido Krauze tiene razón: casi ningún escenario que pudiéramos imaginar podría ser descrito como imposible. Tampoco es fácilmente rebatible, puesto que estamos en el ámbito de la especulación. Así, por ejemplo, tampoco sería imposible suponer que Meade o Anaya podrían hacer exactamente lo mismo en caso de ganar. Sin embargo, lo verdaderamente relevante es si dicho escenario es o no viable; es decir, si tiene alguna probabilidad de ocurrir. Y para responder a esta pregunta tendríamos que respondernos cuál es el estado actual de la democracia mexicana y si en realidad es tan frágil como lo asegura Krauze. Para ello qué mejor que recordar lo que escribió un reconocido intelectual mexicano en 2012: “México ha cambiado porque adoptó los valores y principios de la democracia liberal. La Presidencia Imperial ha desaparecido. Hay genuina división de poderes: el Congreso es independiente y la Suprema Corte es autónoma. El Federalismo se ha vuelto real: los gobernadores son sus propios dueños y, si hacen un uso "imperial", corrupto e impune de su poder local, al menos corren el riesgo (que no ocurría antes) de que la prensa o sus adversarios los descubran. Los grandes sindicatos del Sector Público no son transparentes ni democráticos, pero tampoco obedecen ya al Presidente. Los grupos empresariales operan con mayor independencia del Estado, la Iglesia actúa sin ataduras y los medios de comunicación gozan de la más plena libertad de expresión.”
Y la pregunta es: ¿creemos en este escenario, descrito en 2012, o en el de la fragilidad de nuestra democracia del 2018? La cual, según el propio Krauze, sería puesta en riesgo por alguien elegido mediante el voto popular en un proceso electoral organizado por un instituto autónomo; alguien que no tendría mayoría en el Congreso y que, incluso si quisiera organizar un plebiscito, necesitaría de la aprobación de otros poderes del Estado.
Lo más asombroso de todo es que el autor de la última cita es Enrique Krauze, quien escribió esto durante el proceso electoral de 2012 (Todo lo que ha cambiado, junio, 2012). Así, pues, ¿cuál es el verdadero Krauze? ¿El de 2012, que veía con un ánimo positivo el estado de la democracia mexicana y con cierto recelo, pero sin temor, el posible arribo de Peña Nieto a la Presidencia de la República, o el de 2018, que considera que nuestra democracia es frágil y que ve con temor la posible llegada de AMLO a la presidencia del país?
Lo más curioso es que la cita de Krauze de 2012 fue escrita inmediatamente después de un párrafo en donde nos recordaba el famoso dilema planteado por Fernando Benítez en 1972: “Echeverría o el fascismo”. Paradójicamente, el Krauze de 2018 nos hace una advertencia similar, aunque esta vez de manera vergonzante: Anaya o el fin de la democracia.
Al Krauze temeroso de 2018 habría que responderle con el Krauze asertivo de 2012: México ha cambiado. Tenemos instituciones sólidas que antes no teníamos, la división de poderes está vigente y la sociedad mexicana no permitiría un retroceso a las épocas de la presidencia imperial. Dejemos que el proceso electoral siga su curso y que el electorado mexicano decida en libertad y sin temor.
Economista.
@esquivelgerardo