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“Un agujero en la pared puede cambiar el mundo”. Esto lo afirma y lo demuestra el científico hindú, Sumatra Mitra.
Un día de 1999, preocupado por la educación de su país, se le ocurrió hacer un experimento y meter una computadora con cámara a un agujero en la pared de un quiosco situado en los barrios bajos de Nueva Delhi.
Al rato, unos jóvenes curiosos se acercaron. Comenzaron a abrir ventanas y a explorar en la Internet gratuita, así que llamaron a sus amigos.
Pasaron dos, tres meses, y los jóvenes incluso empezaron a hacer presentaciones en Power Point.
“¿Qué pasaría si llevamos el experimento a lugares donde jamás han visto una computadora, ni hablan inglés?”, Mitra se preguntó.
Así que se fue a un pueblo al sur de la India, donde sus habitantes nunca habían visto una computadora ni hablaban inglés. Instaló el equipo de su “Agujero en la pared”, como nombró el proyecto, en la parada del camión y se fue.
Mitra desde su oficina en Nueva Delhi, monitoreaba el comportamiento de la gente. Al mes y medio llegó un joven de doce años quien tocó la pantalla y para su sorpresa, algo se abrió y aparecieron imágenes. Luego llegaron dos y luego tres y así poco a poco, el “Agujero en la Pared”, se convirtió en un gran atractivo.
Los jóvenes al poco tiempo realizaban búsquedas específicas en Google en su dialecto. Después de seis meses, Mitra se dio cuenta de que ya metían palabras en inglés e investigaban su tarea. A los ocho meses era tal la navegación que había, que los niños manejaban ya 200 vocablos en inglés; solos sin ningún maestro.
“Después de nueve meses, me presenté en el pueblo y lo único que les dije fue ¿qué necesitan? y una niña de 10 años me respondió: “un nuevo procesador”. “Me espanté, porque para que una niña de 10 años que hacía un año no sabía inglés y no sabía computación, me pidiera un procesador era inconcebible”. Al año, los niños y jóvenes del pueblo eran unos expertos.
Un día Mitra decidió llevar su experimento un paso más allá. Se fue a Turín, Italia, donde le dieron permiso de grabar un año educativo de clase de biología de tercer año de primaria en una escuela particular, en la que cada niño cuenta con una computadora.
Al mismo tiempo hizo su “Agujero en la pared” en una población hindú con niños entre los siete y los dieciséis años. Al final de año, a ambos grupos les pidió presentar un trabajo en Power Point sobre lo aprendido.
Mientras los niños italianos hablaron de los protozoarios y de lo que un niño de tercero de primaria aprende, los de su experimento le presentaron un trabajo sobre los transgénicos y la bioética.
Entonces llegó a la conclusión de lo que daña al niño en su educación son la escuela y sus maestros. Así que creó el concepto de “Escuelas Mitra” en donde hay salones vacíos con una computadora y con distintos letreros afuera: Biología, Literatura, Física, etc. El niño entra a lo que le interesa, a la hora que quiera y está abierto las 24 horas del día. Así, con un mínimo de presupuesto, jóvenes de 17 y 18 años, en tres o cuatro años de este tipo de educación, llegan a estudiar doctorados a las mejores universidades de Estados Unidos y Europa. ¿No es increíble?
Mitra concluye lo siguiente:
Un niño puede aprender solo, no importa dónde se encuentre.
Un alumno no requiere de una computadora personal. Basta una por salón y por tema. Así entre todos aprenden y exploran lo que les interesa.
No se requiere de la enseñanza del inglés, ni de cómputo para el manejo de una computadora.
Esta historia de éxito me parece maravillosa y sueño con verla aplicada un día en los pueblos de nuestro país.