Envueltos en la bandera albiceleste, el drama está a tope: en Argentina viven el drama de la calificación a la Copa del Mundo. Horas y horas para “psicoanalizar” al Messi de la selección, contrastándolo con el Messi del Barcelona, y no poderse poner de acuerdo. Lejos el blaugrana del albiceleste. 

Al mismo tiempo ven como se llega a los últimos 90 minutos de una de las eliminatorias más desgastantes para saber si honran o no a su historia futbolística. Le encienden una vela a la foto de la Mano de Dios.

El tiempo se comió la eliminatoria y poco a poco, la fe de los chés, que buscan culpables de la penosa manera en la que una de las selecciones, históricamente, más poderosas del mundo, sufre y se acaba. La eliminatoria para el próximo Mundial se ha convertido en todo un verdadero acto de fe, aún y cuando en sus filas está el Messías del futbol mundial. Comienzan los rezos Maradonianos.

No es un dato menor, la selección de su país es todo un estado de ánimo. El  sistema nervioso no debe estar en su mejor memento.

Campeones en el 78 y 86, han visto reducido su poderío a sólo llegar a una final en los últimos 24 años, y ahora a entrar por la última rendija, en el último asiento, del último tren a Rusia 2018. A los argentinos se les ha ido en rezar, en 2014 para ganar una final ante Alemania y ahora, casi cuatro años después, siguen los rezos, ahora para calificar.

Todos recuerdan a San Palermo y su milagroso gol de último minuto. 

¿Qué pasa? ¿No hay calidad? ¿La calidad está hipotecada por sus estrellas? ¿Se aburguesó el argentino? ¿Messi no le alcanza a la Argentina? ¿O a esta Argentina no le alcanza sólo con Messi?
Argentina sigue con la vela encendida, rezando; en una mano está un rosario y en la otra tienen la calculadora. Ya cambió de entrenador,  ya cambió de casa; y no puede.

Para el martes, Ecuador  los espera en Quito. Los ecuatorianos buscarán su “gloria mundialista”: Que los recuerden por haber dejado fuera de una Copa del Mundo a Messi. Acabar con la fe, poca o mucha, que aún le tangan al 10 actual.

Con los fantasmas de la altura, con la obligación de ganar, con varios jugadores lesionados, los argentinos ponen a prueba su futbol y su fe, no sólo los aficionados, sino los mismos jugadores.

Será una dura prueba, pero eficaz para medir qué tanto cree el pueblo argentino en ellos, pero sobre todo, que tanto creen los jugadores en sí mismos. Oremos. 
futbol@eluniversal.com.mx

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