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Ven, ven, acércate respetado lector que pasas la vista distraída por estas breves líneas. Ven, te cuento lo que le ocurrió a José Manuel Lara Hernández, fundador de la editorial Planeta.
A finales de 1991, este ilustre editor me contó en Barcelona, los denodados esfuerzos que llevó a cabo para encontrar a Bruce Reynolds, el gran cerebro que planeó y ejecutó el asalto al tren postal que recorría la ruta de Glasgow-Londres, en agosto de 1963, y cuyo botín se elevó a 2.6 millones de libras esterlinas, algo así como 40 millones de libras de nuestros días, una increíble fortuna, de ahí que el hurto pasara a la historia como “El Robo del Siglo.” Sobra decir que la mayor parte del botín nunca fue recuperado.
Lara se empeñó en buscar al ladrón por medio mundo para que contara la historia. Supo que el atracador había estado en México con su esposa Ángela y su hijo Nick y que, una vez agotada su fortuna, había decidido mudarse primero a Canadá y luego a Francia, mediante el uso de entidades falsas. En 1968, a su regreso al Reino Unido, deseoso de asestar otro golpe espectacular, fue arrestado y condenado a 25 años de prisión, que le fueron reducidos a 10 por buena conducta. Lara continuó buscando al hampón hasta el año de 1990, en que finalmente logró dar con él para suscribir un contrato, mediante el cual, Reynolds se obligaba a contar, con lujo de detalle, cómo había tramado la rapiña más espectacular de los tiempos modernos, a cambio de la fabulosa cantidad de 150,000 dólares.
Durante tres o cuatro meses, Lara envió a Londres a un escritor para que redactara la estrategia criminal llevada a cabo para lograr el sensacional latrocinio y consignar la operación delictiva en un libro de difusión mundial. Por supuesto que el pacto incluía los derechos editoriales en español y en cualquier otro idioma, además de los de radio, televisión y cine. Cuando la obra estuvo concluida, Lara anunció con bombo y platillo el lanzamiento de una obra maestra que superaba con mucho la imaginación de cualquier novelista, incluido Arthur Conan Doyle.
Cuando Lara había terminado de organizar el lanzamiento de la gran novedad editorial traducida a diferencia idiomas, una “buena” mañana de 1991, el genial editor recibió de golpe, vía fax, algo así como 15 advertencias, mediante las cuales se le hacía saber que de publicar el libro de marras, se expondría a una interminable cadena de denuncias internacionales, ya que diferentes empresas del ramo alegaban también la titularidad de los derechos del robo del siglo.
Claro está que Lara canceló de inmediato el lanzamiento y sintiéndose burlado y engañado, se apersonó con Reynolds en Londres, para manifestarle su inconformidad por haberlo estafado. Reynolds contestó: “¡Claro que lo robé señor Lara! ¡Claro que lo estafé! ¡Claro que soy un ladrón y claro, también, que soy un bribón y todos los insultos que usted desee enrostrarme. Sí, soy todo eso, aceptado, pero usted perdió de vista que a eso me dedico, que soy efectivamente un ladrón, un hampón y que esa es precisamente mi profesión: robar y asaltar y que tiene usted todo el derecho a demandarme y a denunciarme junto con las otras 15 empresas a las que también estafé al venderles mis derechos del ‘Robo del Siglo.’ Me dedico a robar, señor mío, esa es mi profesión y usted nunca lo entendió…” En 1995 se publicó finalmente el libro de Reynolds intitulado Crossing the Line: The Autobiography of a Thief. (Ebury Publishing)
¿A qué viene al cuento la anécdota anterior? Pues a que si la mafia priísta desea trabar una alianza con los morenistas, en razón de que López Obrador, el dueño de Morena, (Modena: Movimiento de Degeneración Nacional) ha ofrecido públicamente que de llegar a la Presidencia de la República amnistiaría a la llamada “Mafia del Poder”, ésta bien podrían encontrarse con un Bruce Reynolds, pero a la mexicana. ¿Cómo…?
AMLO ha convertido en un camión de basura a su partido financiado con recursos públicos, ya que ha recogido auténticos truhanes perseguidos por la justicia, hasta secuestradores y presupuestívoros vulgares de la peor ralea y bien podría llegar a darse el caso de una espectacular traición en contra de los tricolores. Si para la gran tragedia de México, López Obrador llegara a instalarse en Los Pinos, no sería difícil que con la banda presidencial cruzada correctamente en el pecho —no como cuando se autonombró presidente legítimo— el nuevo Jefe de Estado llegara a olvidarse de sus promesas de campaña, como casi siempre acontece con los políticos, y procediera a denunciar penalmente a quienes creyeron en su palabra privándolos de la libertad y de sus bienes mal habidos. ¿Qué tal?
Lara le creyó a Reynolds y éste lo engañó. ¿Los priístas, de verdad, le creen a AMLO? Esos viejos lobos de mar, astutos, tramposos, amañados, ¿le van a creer a López Obrador y a endosarle la papeleta para impedir el triunfo electoral de Anaya, con lo cual se sentirían en buen resguardo? ¿Van a aceptar la validez de su palabra cuando el tabasqueño se contradice un día sí y al otro también? Es muy difícil engañar a un priísta porque dominan todos los trucos, artimañas y triquiñuelas, ¿AMLO lo logrará…? ¿A cambio de qué…? ¿Los tricolores tendrán derecho a quejarse y a alegar una traición política de la misma manera en que Lara se quejó de Reynolds? ¿Ellos…? ¿Ellos, los priístas, se van a dar un tiro en el paladar? Cada día surgen más indicios de un acuerdo PRI-Morena, ¿equivaldrá en el tiempo al pacto Lara-Reynolds? El pueblo de México aplaudiría de pie la felonía de AMLO, ¿no…?
Twitter: @fmartinmoreno