El sector privado parece estar fuera de la agenda electoral con sus escasas excepciones:

Durante la actual campaña presidencial son imprescindibles las protestas de los empresarios tanto en los medios de difusión masiva como en las redes sociales, más aún cuando sus inversiones son asaltadas a diario por delincuentes bien organizados, incluidos diversos políticos, o saqueados los trenes transportadores de sus mercancías o bloqueadas las vías férreas para arruinar las operaciones de los puertos mexicanos por donde respira nuestra economía, o se encuentran secuestrados sus autobuses o camiones de carga por “presuntos” maestros protegidos por Morena, o asisten impotentes al incendio de sucursales bancarias o se someten indefensos al cobro de derechos de piso, otro impuesto obligatorio, o simplemente acceden al endoso de sus acciones a favor del hampa con tal de salvar la vida. En dicho entorno, López Obrador sostiene que, de llegar a la presidencia, se abstendrá de recurrir al uso de la fuerza pública en perjuicio del pueblo de México… ¿Ese es el camino para construir un Estado de Derecho…? ¿Los empresarios indefensos no son parte del pueblo? ¿Se requieren acaso “autodefensas empresariales”? ¿Guardias blancas corporativas? ¿Usted ha presenciado una protesta organizada, constante y eficiente del sector empresarial ante las declaraciones de AMLO, como tampoco las atendimos durante el actual gobierno?

Los empresarios exigen concluir las negociaciones del TLC por un miedo justificado a las elecciones del 1 de julio. Esta indeseable precipitación puede afectar la creación de empleos, la captación de divisas y la recaudación tributaria con los consecuentes daños sociales. No se vale colocar a México en una nueva posición de riesgo por la llegada de un nuevo gobierno demagogo, cuyas consecuencias ya las padecimos de sobra con Cárdenas, Echeverría y López Portillo. ¿No aprendemos? ¿Los empresarios llevan a cabo reuniones periódicas con su fuerza de trabajo para advertirle de los riesgos de votar por el populismo? ¿Entenderán que sus empleos están en juego? ¿Hacen la tarea política en casa?

Si las reformas estructurales están amenazadas, ¿dónde están los empresarios que no saltan ferozmente a la arena política para impedir una pavorosa regresión de cuando menos medio siglo? ¿Por qué no se organizan una y otra vez mesas redondas y se publican desplegados masivos para advertir las consecuencias de semejante decisión suicida? Cancelar los contratos implica el pago de indemnizaciones multibillonarias por incumplimiento, además del grave deterioro para la imagen de México en función de la insolvencia y la inseguridad jurídica que proyectaríamos al exterior. El problema no se reduce a saber si Morena, horror, tendrá el control del congreso federal y el de 17 estados del país para reformar la Constitución, sino la terrible desconfianza que provocaríamos entre los inversionistas extranjeros si, además, se cancelara el aeropuerto en el que intervienen importantes empresas constructoras internacionales, una vez demostrado que Texcoco es el mejor lugar para construir dicho puerto que permitiría el acceso de decenas de líneas aéreas extranjeras a la Ciudad de México, objetivo, hoy en día, inviable debido al congestionamiento aéreo.

Los empresarios deberían insistir en que no por el hecho de haberse suscrito 90 contratos para la explotación petrolera y de gas ello significa la localización inmediata de los yacimientos ni la perforación de los pozos ni el refinamiento de las gasolinas, proceso que lleva 5 años para producir la primera gota de aceite. ¿Por qué tolerar el engaño a la ciudadanía?

Ya que López Obrador admira a Lázaro Cárdenas, el gran destructor de la economía mexicana en el siglo XX, valdría la pena recordar que él expropió los ferrocarriles mexicanos, expropió 26 millones de hectáreas, expropió las instalaciones petroleras. ¿Resultado? ¿Los ferrocarriles? ¡Quebrados! Pemex ¡quebrado! ¿El campo? ¡Quebrado, si bien se ha recuperado a partir de la reforma agrícola ejecutada por el presidente Salinas! Cuando Cárdenas burocratizó la energía, burocratizó el campo y burocratizó el petróleo; quebró la energía, el campo y el petróleo. Cuidado con las catastróficas fórmulas cardenistas que tanto pretende imitar AMLO. Demos ahora el grito de alarma.

Los empresarios mexicanos no se unieron cuando unos inversionistas holandeses y japoneses intentaron instalar unos gigantescos rehiletes para producir electricidad por medio de la energía eólica en la Ventosa, Oaxaca, para abastecer con fluido eléctrico en aquella zona prácticamente abandonada del país. El sector empresarial debería representar un puño que no se ve en esta patética coyuntura electoral mexicana.

El desquiciamiento del presupuesto público produce espirales inflacionarias, devaluaciones galopantes con terribles consecuencias sociales y económicas que ya padecimos. No veo que el empresariado mexicano salga a protestar por los subsidios a los estudiantes, a las madres solteras, a los ninis y ancianos porque devorarían el presupuesto público ya muy comprometido en razón del gasto corriente y de la deuda pública. ¡Claro que quisiéramos que a cada uno de los mexicanos se le regalaban 10 000 pesos mensuales, sólo que somos un país pobre y el presupuesto tiene limitaciones técnicas inevitables! ¿Y la inversión en infraestructura y el gasto en salud y la educación y la seguridad pública? Si gobernar es crear empleos productivos, no burocráticos, entonces ¿por qué no insistir en la universalización del IVA para cancelar los impuestos a las nóminas, a las cuotas del Seguro Social y al Infonavit? Se crearían cientos de miles de empleos que hoy subsisten en la informalidad y que se incorporarían millones de mexicanos al engranaje del consumo y del ahorror con todas sus ventajas.

Es imprescindible la presencia de los empresarios en la campaña presidencial a partir de la semana entrante, antes de lamentar un silencio, por demás, cobarde e inconveniente…

Twitter: @fmartinmoreno

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