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Los castigos corporales, según las diversas interpretaciones del Islam, pueden llegar a ser draconianos, de acuerdo a cada país musulmán en el que se aplique el respectivo código penal. La Sharia es la ley sagrada del Islam, en realidad, un código de conducta que abarca la totalidad de los preceptos de Alá referidos a las acciones de los hombres. ¿Un ejemplo para abrir boca antes de comenzar? Al ladrón se le amputará una mano y la otra correrá la misma suerte en caso de reincidencia. ¿Se imagina el querido lector que pase la vista por estas breves líneas cómo se verían en México innumerables funcionarios públicos, desde presidentes de la República, jueces, alcaldes y desde luego legisladores federales o locales acusados de peculado o de recibir mordidas o de desviar recursos? Todos esconderían el brazo mutilado en las bolsas de sus trajes o lo ocultarían a la hora de ser retratados. ¿Qué es una salvajada? Sí, sin duda lo es, pero tranquilos príncipes del hurto, para cortarles ambas extremidades, primero tendrían que existir culpables y, en México, salvo una que otra excepción, los ladrones ni siquiera son investigados en razón de la evidente complicidad propia de la pandilla gobernante. Los acusados, en el evento remoto de llegar a ser sometidos a una indagatoria, en muy pocas ocasiones serían recluidos en una prisión porque, como bien decía Álvaro Obregón, “a la cárcel sólo van a dar los pobres y los pendejos…”
Los sistemas de impartición de justicia penal musulmana no respetan los derechos humanos de acuerdo a nuestra concepción de los fundamentos jurídicos occidentales. ¿Más supuestos? Aun cuando va desapareciendo este tipo extremista de sanciones, las mujeres deben sufrir 50 latigazos por haber besado en la mejilla a un hombre que no era su marido, o ellas, sólo ellas, deben perecer apedreadas hasta la muerte por haber mantenido relaciones sexuales con un hombre que no era su esposo. ¿Es clara la misoginia? Sólo las mujeres tenían que ser hundidas de pie en un agujero, cubiertas de tierra hasta el pecho y envueltas en telas para lograr tu total inmovilización y poder ser apedreadas hasta morir. Todavía se aclara que las piedras “no deben ser lo suficientemente grandes como para matar al acusado con uno o dos golpes, tampoco deben ser tan pequeñas como para no poder ser consideradas piedras….” Vuelvo a una comparación siempre odiosa: ¿por qué sólo a las mujeres? Si la ley Sharia fuera justa debería incluir a los hombres, maridos infieles, en cuyo caso, México estaría lleno de viudas y viudos. ¿No…?
En el Código Penal Islámico encontramos 4 grandes apartados: Hudud, Qisas, Diyat, Ta’zirat. En el Hudud se castiga el adulterio, las relaciones homosexuales, el consumo de alcohol o drogas, robos y terrorismo. Qisas se refiere al asesinato. El Qisas propone impartir un castigo equivalente al crimen que se ha cometido si es que la víctima o un familiar de ésta lo solicitan. El Diyat es una recompensa económica a cargo del acusado y a favor de la víctima o de la familia de la víctima. Aquella puede pedir ambas, o sea la pena y la compensación económica. Al final encontramos los Ta’zirat, o sea, crímenes menos serios, con castigos impuestos discrecionalmente por un juez.
Aquí voy con más casos para estimular la imaginación de la sociedad mexicana: “Si un hombre casado comete adulterio antes de mantener la primera relación sexual con su mujer, debe ser sentenciado a latigazos, a raparse la cabeza y a ser desterrado durante un año.” ¿Cuántos pelones se verían en las calles de la República mexicana que, por otro lado, se vaciaría si se desterrara a los infieles...?
“Si el papel activo en un acto de sodomía es realizado por una persona no musulmana y el receptor es un musulmán, el primero debe ser condenado a pena de muerte”. Esta disposición debería ser modificada en los siguientes términos: si el papel activo en un acto de sodomía es realizado por un sacerdote obispo, arzobispo o cardenal y el receptor es un menor de edad, el primero debe ser condenado a pena de muerte e incinerado públicamente en el Zócalo con leña verde. Cualquier otro infractor de semejante naturaleza será privado de la vida por simple ahorcamiento a manos de un verdugo en cualquier mazmorra del país.
Otras infracciones con sanciones más benévolas consisten en 80 latigazos a quienes (hombre o mujer) se les sorprenda consumiendo alcohol o drogas. Todavía se aclara: El castigo por intoxicación debe ser ejecutado cuando la persona esté sobria. ¿Queda claro que nuestro “alcoholímetro” es un juego de niños si se le compara con las sanciones vigentes en buena parte de los países musulmanes. ¿Cómo no imaginar a los patrulleros de la policía capitalina azotando, látigo en mano, a quienes tengan aliento alcohólico en las calles de la Ciudad?
En el Estado Islámico (ISIS) los castigos superan cualquier principio racional: los adúlteros, hombres y mujeres por igual, son lapidados hasta la muerte. Los homosexuales o quienes abandonen el islam o estafen o asesinen o blasfemen contra Dios o su mensajero, serán condenados a muerte hasta llegar al extremo de la crucifixión.
En una notable cantidad de naciones musulmanas se puede caminar de día o de noche con una gran tranquilidad sin temor a ser asaltado o molestado. La sociedad, con sus muy contadas excepciones, es muy amable, cordial, comprensiva y cálida con los extranjeros. ¡Claro está, la sanciones llegan a extremos de una gran severidad para contener el crimen y la paz pública en el contexto de dictaduras teocráticas o policíacas desprovistas de cualquier posibilidad democrática!
Me quedo con la imagen de los políticos mexicanos corruptos con las manos mutiladas y escondidas en las bolsas de sus sacos, aunque sólo se trate de una fantasía literaria…
fmartinmoreno@yahoo.com