Francisco Martín Moreno

La última llamada

08/04/2018 |01:02
Redacción El Universal
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A vuelo de pájaro encuentro tres catastróficas invitaciones de dimensiones históricas para la nación mexicana, las tres trascendentes con la debida y obligada proporción guardada. Una, la invitación que le hizo Moctezuma Xocoyotzin a Hernán Cortés para entrar en Tenochtitlan y alojarse en el palacio de Axayácatl, su padre, sin que nadie escuchara un solo tiro de los arcabuces hispanos ni viera volar por los aires una flecha de los solados educados en el Calmecac. Nada de nada. Más tarde el invasor español se encargaría de arrestar al tlatoani, a quien nadie podía siquiera ver a los ojos, y proceder, acto seguido, después de una serie de circunstancias, a la destrucción de la civilización mexica. Los historiadores todavía discuten las razones de semejante decisión de consecuencias irreparables.

Dos: la invitación que los conservadores clericales ultramontanos le hicieron a Maximiliano de Habsburgo para que viniera a México a encabezar un segundo imperio. (El primero, ciertamente efímero, estuvo a cargo de Agustín de Iturbide). Dicha gestión imperial de alto costo para la patria afortunadamente concluyó en el famoso Cerro de las Campanas, cuando Benito Juárez ordenó, contra viento y marea, el fusilamiento del “invitado”, un príncipe rubio, otro invasor. Juárez dejó muy en claro que quien nos invadiera en el futuro y se abstuviera de respetar la soberanía nacional acabaría sus días con un tiro de gracia en la cabeza. La lección se aprendió para siempre en el mundo entero. (Nos faltó, por cierto, fusilar a Woodrow Wilson…) Y bien visto, una gran duda: ¿dónde estará el imponente cuadro al óleo del Benemérito de las Américas que se encontraba en los despachos presidenciales…? ¿Se trata de olvidar el ejemplo virtuoso del verdadero Padre de la Patria?

La tercera invitación calamitosa la llevó a cabo el presidente Peña Nieto cuando recibió en Los Pinos, sí, en Los Pinos, con casi todos los honores que se rinden a un jefe de Estado, nada menos que a Donald Trump cuando éste era todavía candidato, pero en franco declive, y, sobre todo, después de haber insultado a los mexicanos llamándonos ladrones, asesinos y violadores, entre otras gravísimas e ingrávidas ofensas imperdonables. No hubo compatriota alguno que no se avergonzara ni enfureciera por ese severo atentado cometido en contra de toda la nación.

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En días pasados Peña Nieto se enfrentó finalmente a Trump cuando éste decidió militarizar su frontera. Al actual inquilino de la Casa Blanca, un auténtico peleador callejero, se le exigió, aun cuando en forma extemporánea, pero al menos se le exigió, respeto a México, sobre la base, palabras más o palabras menos, de que no desahogara sus frustraciones domésticas en contra de su leal socio y vecino del sur. ¡Ya era hora! Reconozco el desplante del Presidente y le acredito la eficaz respuesta multitudinaria que recibió en las redes sociales aplaudiendo su decisión. Era un gesto imprescindible y reconciliador, en la escala que se desee, adeudado a nuestra sociedad.

Pero, ¿por qué intitulo esta columna “La última llamada”? Porque si Peña Nieto impactó al electorado con su discurso (Trump inexplicablemente no ha contestado visceralmente como acostumbra, tal vez porque no desea complicar la próxima renovación del TLC), entonces también es la hora de aprovechar este instante de reconciliación ciudadana con el poder público para trabajar en la prensa y en las redes sociales y en donde sea posible para convocar a los indecisos, fundamentalmente a los jóvenes, para que voten por un cambio, pero hacia adelante, no un cambio en reversa, en sentido contrario a la evolución y al progreso. No podemos volver a tropezar con las mismas piedras que nos precipitaron en el vacío durante los años de Echeverría, en el mejor de los casos. Su gestión acabó en una pavorosa debacle populista que todos deberíamos tener presente. ¿Alguien se acuerda de lo que ocurrió hace 42 años? ¿No…? Pues a rescatar lo sucedido y a divulgarlo…

Millones de mexicanos, hartos de la putrefacción política, ya tomaron su decisión electoral y, en dicha coyuntura de justificada desesperación emocional al constatar el descarado saqueo del tesoro público, no están dispuestos a escuchar razones ni a discutir argumento alguno y votarán en automático a favor de las promesas de imposible realización, sin prever que su condición económica y social actual no sólo no mejorará, sino que empeorará como empeoró drásticamente cuando fuimos víctimas de la patética demagogia padecida durante “La Docena Trágica”, para ya ni hablar de la verborrea cardenista. ¿En qué se convirtió Pemex, CFE, el campo y los ferrocarriles mexicanos? ¿Quién quiere más de lo mismo? ¿Cómo convencer a un suicida decidido a quitarse la vida cuando se encuentra decidido a arrojarse de la azotea de un edificio de 20 pisos? ¿Cómo…?

Si Peña Nieto no desea, como no debe desearlo, ser acusado también de la catástrofe que viene, todavía cuenta con 80 días críticos para trabajar en los terrenos de los indecisos, muy a pesar de la despreciable imagen pública del PRI. ¿La Patria es Primero…? ¿Que se trata de una tarea faraónica imposible de ejecutar en el corto plazo? Lo es, sí, sí lo es, pero el Presidente cuenta con herramientas legales y con cierto poder político, difícil de medir en esta encrucijada, para sacudir por las solapas a millones de indecisos que significan el fiel de la balanza. En el Brexit los jóvenes votaron en muy escasa proporción y ahí están los resultados…

Si con su discurso extemporáneo Peña se enfrentó a Trump para exigirle respeto hacía los mexicanos y su postura recibió un apoyo masivo de importantes sectores de la nación, entonces, mientras haya una sola posibilidad, existe una esperanza que se debe construir de inmediato. Los populistas, sobran los ejemplos, son embusteros profesionales. Pobre de aquel que después de las experiencias presentes y pasadas, nacionales y extranjeras, todavía cree en ellos. Lo evidente no requiere pruebas. Las reformas estructurales, ese maravilloso acuerdo por México elevado a nivel constitucional, no se puede desperdiciar a manos de un “emisario del pasado…”

Todos entendamos que es la última llamada o adiós al México con el que sueña una significativa mayoría, sin olvidar que por los populistas solo votarían el 30% en contra de quienes deseamos abrazar un futuro promisorio fundado en la experiencia histórica… Los culpables de delitos, a la cárcel, pero México es inocente…

Es la última llamada, la última, la última llamada, cuidemos a nuestro hermoso país…

PD: Ya está a la venta mi nueva novela México Esclavizado: la historia de la esclavitud durante la dictadura porfirista…

Twitter: @fmartinmoreno