En 1822, cuando Iturbide accedió al poder, una vez concluido el virreinato, existían en México un 98% de compatriotas atenazados por el analfabetismo. Cuando en 1911 pudimos largar a Porfirio Díaz y logramos cancelar la dictadura por medio de las armas, el oprobioso tirano nos heredó un 85% de personas incapaces de leer y escribir, muy fácilmente controlables por medio del clero y del gobierno. Álvaro Obregón y Vasconcelos fundaron la SEP en 1920 y empezó un acelerado programa de construcción de mil escuelas al año. La sociedad mexicana, en términos generales, permaneció al margen en el arduo proceso educativo de México. La información académica permaneció en un escaso 5% de la población, en la inteligencia que quien posee más conocimientos eleva sustancialmente sus niveles de prosperidad. Ese 5% acaparó el ingreso y, por ende, la riqueza, en tanto las masas iletradas abandonaban las aulas o las universidades para someterse a un eficiente sistema de embrutecimiento a través de programas de televisión diseñados para retrasados mentales, mal que se fortalecía por medio de las homilías dominicales y se perfeccionaba en la escuela, auténticos centros de incubación de mediocres, en el mejor de los casos. Dime qué profesores tienes y te diré qué país tienes…

En la burocratización de la educación encontramos una buena parte del origen de nuestro atraso. Con sus debidas y honrosas excepciones, ¿en qué momento la sociedad mexicana se preocupó por la enseñanza de los menores, le arrancó al gobierno la formación de nuestros hijos y construyó con sus recursos, toda proporción guardada, universidades como Stanford, Yale, Princeton y Chicago, entre otras tantas más? Los grupos económicos que acaparaban la riqueza cerraron el puño, disfrutaron sus bienes y se olvidaron de la educación de la nación, como si esa catastrófica indolencia, o si se quiere egoísmo, no fuera a convertirse, con el paso del tiempo, en una amenaza en contra de la estabilidad del país, en el surgimiento de gigantescos sectores de resentidos impulsados por un justificado sentimiento de rencor que en algún momento debería saciarse. ¿Se va a saciar con AMLO o se va acrecentar…?

¿Esperábamos que tal y como aconteció durante el porfiriato, unas escasas mil familias acapararan el bienestar, los ingresos, los capitales, los lujos y las excentricidades y que los marginados, 54 millones en la actualidad por debajo de la línea de la pobreza, aplaudieran su desazón subsistiendo penosamente? El pueblo demostró que no es un fantasma en la Guerra de Reforma, en la revolución de 1910 y en la Rebelión Cristera. ¿Nunca iba a protestar después de los abusivos y depredadores fraudes electorales del siglo XX, después de un vergonzoso salario mínimo de 60 pesos y luego de 80 pesos, mientras los políticos robaban miles de millones de dólares y saqueaban el tesoro público? ¿Dónde termina la responsabilidad de los gobiernos priístas y comienza la de la sociedad que todavía jugaba a las quinielas para adivinar la identidad de “El Tapado”, sin percatarse que se agotaba la paciencia de los “jodidos”? ¡Cuántos atentados cometidos en contra de nuestra democracia! ¡Caray! ¿Y las clases populares excluidas férreamente de los jugosos dividendos del “carro completo” un carro putrefacto y corrompido, en donde se subastaba y se subasta el poder público al mejor postor? A los pobres, a los marginados, se les proporcionó una maraca, un nuevo sombrero de paja, un refresco, una torta y una banderita tricolor para agitarla cuando llegara el cacique o el “abanderado de las mayorías nacionales”, que venía dispuesto a pronunciar un emotivo discurso de esperanza, el mismo de los últimos 10 años y a regalarles migajas, en tanto una burguesía burocrática disponía impune e irresponsablemente de los ahorros públicos como si estos abusos y escandalosos peculados nunca fueran a tener consecuencias.

Los jueces sociales integrados por millones de compatriotas hartos de la corrupción y de la impunidad, de la exclusión económica y de las oportunidades, cansados de las mentiras, de las mismas promesas de siempre, de la explotación y del olvido, de la delincuencia organizada o no, de las colas interminables para ir y volver en pésimos e inseguros transportes públicos a sus respectivos empleos, fatigados de la irritante ineficacia del sistema de supuesta impartición de justicia, esta vez tienen en su mano una pistola electoral, el poder del voto que van a utilizar con lujo de furia y sadismo el 1 de julio sin percatarse en su justificado coraje y entendible ira histórica, que se estarán equivocando de enemigo porque a quien se le debe excluir del poder público es precisamente a ese sistema “tricolor” que los ha hundido y sepultado en la insoportable marginación. México no tiene la culpa ni merece ser apuñalado por la espalda. ¿El PRI es el culpable? Pues excluyámoslo y enterrémoslo para siempre en el panteón de los grandes cínicos y bandidos, donde se inhuma a las grandes pandillas, pero salvemos a México sin confusión alguna.

Las tesis de Morena y de su líder verborreico están dedicadas a explotar los vacíos del electorado con embustes indigeribles porque una “República Amorosa” y una “Constitución Moral” no implican la inmediata y eficaz construcción de un Estado de Derecho ni, por ende, significa el tan deseado sistema de impartición de justicia, ni la creación de millones de empleos. Se trata de un mensaje populista, cuya inutilidad ha sido demostrada por la realidad. Quienes crean que se acabaron las maracas y la corrupción y llegará el bienestar para todos que estudien y se informen de lo acontecido en otras latitudes con otros embusteros políticos profesionales.

Los millones de jueces sociales, voto en mano, titulares de un justificado hartazgo, no tardarán en darse cuenta que fueron víctimas de un nuevo engaño, tal vez mucho peor que el ejecutado con deslumbrante maestría por los expertos priístas a lo largo de años y décadas.

La sociedad mexicana es culpable por haberse desentendido de la educación y, por lo tanto, por la evidente facilidad con que se manipulan a los marginados y a los desesperados: La ignorancia es el origen de nuestros males, cuyos daños monstruosos tal vez, sí, solo tal vez, empezaremos a padecer el 2 de julio… Si no fuera el caso, cada mexicano a partir de esa fecha deberá convertirse en maestro. Es nuestra última oportunidad…

@fmartinmoreno
www.franciscomartinmoreno.com

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