Al escuchar los interminables, agobiantes, aplastantes, avasalladores, apabullantes y atosigantes conceptos vertidos por AMLO a lo largo de horas y más horas de sus dos discursos interminables, inconmensurables, prolijos, repetitivos, ilimitados y hasta infinitos, no pude dejar de pensar en los líderes políticos que hubieran ganado el título de campeones en materia de duración de sus peroratas, disertaciones o alocuciones. El triunfador fue Fidel Castro cuando habló por 7 horas y 45 minutos en televisión en 1960. ¿Los populistas tienen necesidad de atrapar a sus audiencias para convencerse de sus promesas de imposible realización?
¿Cuándo AMLO sostiene que “la crisis de México se originó por el fracaso del modelo neoliberal aplicado los últimos 35 años”, debemos entender el retorno al escandaloso desastre monetario, económico y social de Echeverría que lastimó a quienes más deseaba proteger? ¿Qué significa el rechazo tajante a las ideas neoliberales?
Veamos: Echeverría creó 504 empresas paraestatales, fideicomisos y organismos públicos, auténticas fuentes de corrupción y ejemplos inocultables de ineficiencia. Desquició el gasto público, aumentó irresponsablemente el número de burócratas al pasar de 826 mil trabajadores a un millón 315 mil. Intentó infructuosamente llevar a cabo «la segunda etapa de la reforma agraria», insistiendo (con la buena fe que conduce a la tragedia) en los errores cardenistas al creer todavía en el capitalismo de Estado. Echeverría incrementó la deuda pública más de 200% en relación a la de Gustavo Díaz Ordaz. La demagogia financiera fue caótica. Estimuló las confrontaciones con empresarios, un atentado en contra del sector productivo con arreglo a un discurso populista anacrónico que creó desconfianza y parálisis en inversiones. Detonó un alarmante deterioro de la situación financiera, disparó la inflación en 1973 como consecuencia del aumento del circulante, estimuló la emisión insensata de dinero fresco —AMLO prometió respetar la autonomía del Banco de México— sin los respaldos en producción. El desastre de la economía se evidenció cuando Echeverría largó a Hugo Margain y declaró: “Las finanzas públicas se manejan desde los Pinos.” ¿Cuánto resistirá Urzúa en el cargo, si Esquivel ya reventó antes de comenzar? ¿Las finanzas las manejará AMLO?
«La balanza de pagos, la disminución aguda de la producción agrícola e industrial, el endeudamiento, la fuga de capitales y, en general, el estancamiento en el crecimiento eran los signos más visibles. Echeverría disparó el déficit público al crecer de 2.5% en 1971 a 9.9% en 1976, deprimió el salario mínimo de 1975 de tal manera que sólo se podía satisfacer 36.2% de las necesidades de un obrero y de su familia», propició una escandalosa fuga de capitales, provocó un temerario déficit en la balanza comercial, despedazó 22 años de una estabilidad en la paridad peso-dólar de 12.50 para llegar a casi 20 pesos por cada unidad estadounidense.
Al final de su administración en 1976, México se encontraba atenazado en una profunda crisis, consecuencia de la demagogia, la torpeza y la ignorancia propia de una sociedad cerrada en la que solo una persona decide y piensa y ejecuta por los demás, reducidos a la triste ocupación de aplaudir, a diferencia de lo que acontece en una auténtica democracia participativa.
AMLO se equivoca al derogar la reforma energética y la educativa sin haberles dado tiempo para madurar. La primera podría reportar 200 mil millones de dólares en los próximos 6 años y la segunda, podría cambiar el rostro de México en el corto plazo, para dejar de ser un país de reprobados. Si requieren ajustes, ajustémoslas, pero no las deroguemos con ansias echeverristas.
Bien por la no reelección; bien la revocación del mandato siempre y cuando se instrumente sin tocar ni una coma del articulo 35 de la Constitución y no se practiquen las indigeribles pantomimas de las actuales consultas ilícitas y populacheras. Bien por la guardia nacional, pero bajo la supervisión del poder civil, no a la militarización. Bien por las ayudas a los ancianos y Ninis siempre y cuando éstos estudien y trabajen, pero sin desmantelar financieramente los presupuestos de la secretarías de Estado. Mal, muy mal lo de olvidar y perdonar a los presupuestívoros y peor, mucho peor, si no se perseguirá a los funcionarios del pasado, porque representa una traición flagrante al electorado, una renuncia a la aplicación de la ley y el rechazo público a la instalación del Estado de Derecho. Mal (fatal), prometer que se respetará el precio de las gasolinas, aunque suban en los mercados internacionales y se deprecie el peso. ¿Se subsidiarán las importaciones? Mal no haber abordado a fondo el tema del narcotráfico...
Mal, muy mal el hecho de comenzar una administración estimulando el nerviosismo, la inestabilidad, la desconfianza, la fuga de capitales, el miedo a los inversionistas nacionales y extranjeros, depreciando el peso y desplomando la bolsa de valores. Mal, muy mal, dejar en el aire aseveraciones como la siguiente: “el cambio será profundo y radical, estamos ante un cambio de régimen político.” ¿Cuál...?
Henry L. Mencken decía: “Populista es la persona que predica ideas que sabe falsas, entre personas que sabe idiotas.” ¡Clarísimo que AMLO puede tener razón en buena parte de sus deseos, sí, solo que parte de un singular concepto: La realidad para él no existe, las limitaciones presupuestales, tampoco...
PD: Los chamanes haciéndole una limpia al Jefe arrodillado de la nación es un párrafo aparte por tratarse de un grave atentado en contra de una República laica. Creí haberlo visto todo cuando Fox le faltó el respeto a su investidura al recibir un crucifijo de su hija en un acto solemne: El Presidente de la República se arrodilló en público frente a un chamán, a unas horas de haber protestado guardar y hacer guardar la Constitución... Un Juárez, zapoteco, jamás habría agraviado así al Estado Mexicano. ¿Qué sigue...?