Me apresuro a aclarar el encabezado de la presente columna para no confundir al amable lector que pase la mirada distraída por estas breves líneas. ¿Qué tendría yo que agradecerle a López Obrador si es que remotamente, sólo remotamente, me viera obligado por las circunstancias a reconocer al menos algo valioso de su existencia política, así, sin calificativos, en lo que hace a “su existencia política”?
Aquí voy: según avanzaba AMLO años atrás en las encuestas ante la inadmisible complacencia del INE y de los partidos, dado que se trataba evidentemente de actos anticipados de campaña sancionados por la ley, es decir, mientras el tabasqueño ganaba impunemente espacios electorales y su triunfo parecía irremediable, empezó a crecer una verdadera avalancha de videos, memes y gráficas de la más diversa naturaleza ensalzando la grandeza y los enormes poderes de México, en realidad invitaciones de la comunidad nacional, de la sociedad amedrentada y temerosa, orientadas a ayudarnos a aquilatar, a apreciar y a cuidar un invaluable tesoro, la patria heredada de nuestros abuelos. Los mensajes contenidos en las redes sociales nos animaban a redescubrir y a amar a México, a crear la conciencia necesaria para darnos cuenta o recordar los grandes valores mexicanos, así como la importancia de preservarlos y garantizarlos en el futuro en beneficio de quienes nos sucedan en el breve paso por la vida.
Las redes sociales se inundaban exponiendo nuestra fortaleza como país, la riqueza de nuestro suelo, nuestra creatividad, habilidades, el poder de nuestra economía, nuestra envidiable (a veces no tanta) posición geopolítica, así como los inenarrables esfuerzos empeñados para construir el México moderno con el que todos soñamos. Entendí la voluminosa catarata de videos anónimos como mensajes saturados de temores justificados que nos animaban a despertar, a cuidar los logros obtenidos por interminables generaciones de compatriotas que nos precedieron en la vida! ¡No tiremos por la borda este milenario patrimonio! ¡No seamos nosotros, los mexicanos del siglo XXI, quienes permitamos o nos sumemos a la destrucción irreversible de México!
Los videos decían, palabras más o palabras menos: exportamos a más de 40 países productos manufacturados, además de los agrícolas que consumen un billón de personas en el mundo, sin olvidar que el TLC implica transacciones por más de mil millones de dólares diarios. Somos la economía número 14 y constituimos un polo de atracción para la inversión extranjera porque contamos con industrias de alta tecnología ubicadas en el país, además de nuestra riqueza turística, gastronómica, musical y arqueológica dotada de inmensos recursos naturales, que disfrutan anualmente 30 millones de visitantes. Somos el ejemplo vivo de una economía global con muchas carencias, sí, pero vamos avanzando en el contexto de una economía de mercado que, de manejarse bien, podría rescatar a millones de mexicanos marginados desde que la historia es historia. Integramos un país competitivo, formado por una población joven cada vez más capacitada, sin perder de vista la graduación de más de 250 mil estudiantes al año especializados en diversas tecnologías de punta. La lista es interminable.
Gracias a AMLO, hoy nos damos más cuenta que nunca de la gran importancia de México, nuestra patria. Sus políticas suicidas nos han hecho reflexionar en relación al portentoso tesoro que estamos obligados a preservar. La sociedad productiva advirtió el peligro de la presencia de López Obrador en la Presidencia de la República y reaccionó patrióticamente en las redes sociales. Ha quedado evidenciado que grandes sectores de la población fueron olvidados irresponsablemente con el paso del tiempo y que ahora tendremos que incorporarlos al nivel mínimo exigido por la dignidad humana. La lección se aprendió sin necesidad de empeorar los males.
Por supuesto que rechazamos las propuestas descabelladas relativas a amnistiar a los narcotraficantes para disparar la delincuencia y la criminalidad a niveles insospechados; nos negamos a derogar la reforma educativa en un país de reprobados y a cancelar la reforma energética que implica la captación de doscientos mil millones de dólares; nos oponemos a regalar cientos de miles de millones de pesos de dinero público financiado por quienes sí trabajan sólo para desquiciar el presupuesto federal; rechazamos la alianza con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, un sindicato de maestros defensores de la ignorancia y que tienen secuestrados a 4 millones de pequeñitos sin clases en los estados más pobres del país y discrepamos del enfrentamiento con los empresarios, los únicos capaces de crear millones de empleos productivos y de rescatar de la miseria a millones de compatriotas; no queremos a un candidato que jamás ha pagado impuestos y se atreve a proponer la erradicación de la corrupción por medio de una “Constitución Moral”... Nos resistimos a la construcción de refinerías que implican inversiones de miles de millones de dólares porque la industria automotriz ya fabrica vehículos accionados por medio de la energía eléctrica o de hidrógeno y en el corto plazo se sustituirá la planta automotriz de México. ¡Claro que sí al aeropuerto!
Si tengo algo que agradecerle a López Obrador es el hecho de habernos ayudado a aquilatar los tesoros de México para impedir que éstos caigan en sus manos y nos volvamos a extraviar en la perdición populista que ya padecimos con terribles consecuencias unos años atrás. El miedo provocado por la llegada de AMLO al poder obligó a la sociedad a rescatar y a exhibir en miles de vitrinas al poderoso México moderno que debemos preservar, al mismo tiempo que tenemos que emplearnos a fondo para aliviar nuestras dolorosas carencias.
Gracias AMLO por haber arrojado luz en nuestra realidad, una realidad que aunque tal vez parcialmente olvidada, estamos obligados a defender, porque con su indeseable gestión presidencial corremos el grave peligro que México se apague indefinidamente y con consecuencias imprevisibles…
Twitter: @fmartinmoreno