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A mi querido amigo Claudio X. González por su patriótica defensa de los intereses de México.
París, Francia. Por diversas razones he recorrido Francia disfrutando los fabulosos trenes que se desplazan, casi “vuelan”, a velocidades superiores a los 400 kilómetros por hora. Una fantasía en materia de comunicaciones nacionales.
EL TGV francés cubre casi toda Francia y parte de Europa, ha transportado más de un billón de pasajeros desde mediados del siglo pasado y movido cientos de miles de toneladas de carga a precios accesibles y competitivos para estimular el crecimiento doméstico en sus diversas variables. Por si fuera poco, hace algunos años, ya fue posible tomar el tren en la Gare du Nord, en el corazón de París, y llegar a Londres, cruzando por abajo del Canal de la Mancha, para arribar a la City, a la estación de Saint Pancras, tan sólo un par de horas después. La red ferroviaria favoreció el comercio, el turismo, la industria, la movilidad, y generó y distribuyó riqueza por todo el país. Una maravilla, para ya ni hablar del sistema ferrocarrilero alemán, el inglés o el español a través del AVE, que ha unido a la península ibérica con gigantescos beneficios. Imposible olvidar, en este contexto, el Shinkansen japonés, que cuenta con más de 3 mil kilómetros de vías férreas ni los trenes chinos que se desplazan a velocidades superiores a los 600 kilómetros por hora.
¿Y México? Lázaro Cárdenas inició con gran éxito el desastre de los ferrocarriles mexicanos cuando los expropió, en junio de 1937, con arreglo a su catastrófica Ley de Expropiación. ¿Qué queda hoy de los ferrocarriles mexicanos, sin olvidar que se trata de la obra faraónica del tirano Porfirio Díaz, después de haber construido 20 mil kilómetros de vías férreas para comunicar el país, facilitar el tránsito de mercancías, impulsar el comercio, unir a México con Estados Unidos y promover el turismo local de modo que nos conociéramos mejor los mexicanos de los 4 puntos cardinales de nuestro país? Cuando Cárdenas burocratizó los ferrocarriles fue imposible revertir la decisión, al poder ser considerada como una traición a la patria, aun cuando ésta se paralizaba con el tiempo. Vivíamos durante casi todo el siglo XX en el país de lo irreversible, con sus obvias consecuencias. ¿Qué quedó del ferrocarril que viajaba a Guadalajara o a Veracruz o a tantas otras localidades de México, moviendo carga y pasajeros? Nada, no quedó nada: la corrupción y la ineficiencia redujeron a su mínima expresión la obra de Díaz y nos sepultaron en una cara y patética inmovilidad. ¿Cómo no soñar con una red ferroviaria como la francesa o la japonesa o la china con sus enormes ventajas en todos los órdenes de la economía y el desarrollo social?
Me adelanto a los alegatos del amable lector que pase la mirada por estas líneas cargadas de frustración también ferrocarrilera. ¿Los ferrocarriles franceses son propiedad del Estado? Sí, la mayoría, es cierto, lo son, sólo que en Francia existe un Estado de Derecho, y quien hurte bienes propiedad de la nación, tendrá garantizado un espacio gratuito en una de las cárceles del Estado. Los altos directivos de las empresas públicas europeas o sus líderes sindicales no acceden a sus cargos con una mentalidad delictiva ni pretenden aprovecharlos con el objetivo de enriquecerse ilícitamente a título personal. Se trata de funcionarios de carrera que progresan de acuerdo con un escalafón establecido según la ley. Se exige una larga permanencia en la empresa pública, durante la cual tendrían que haber sido demostradas las habilidades y la experiencia para poder ascender hasta los máximos planteles directivos.
¿En México…? Los directores de ferrocarriles o de Pemex o de CFE o del IMSS, salvo un par de excepciones, llegaron en paracaídas a dirigir un gigante petrolero o ferrocarrilero o eléctrico o social, sin contar con experiencia administrativa o técnica ni haber pisado previamente oficina alguna en dichas paraestatales, entre otras tantas más de terrible recuerdo. ¿Ya se olvidó el desastre financiero promovido por Echeverría con sus cientos de empresas descentralizadas por donde se fugaba inútilmente el presupuesto público? ¿No se ha entendido que el gobierno mexicano ha sido históricamente un pésimo empresario, una fuente de corrupción impune e ineficiente?
Expropiar los ferrocarriles y ponerlos en manos de políticos ignorantes de la más elemental gestión empresarial constituyó un disparo en el paladar de México, un suicidio administrativo y económico que, al día de hoy, sigue pagando la nación a precios exorbitantes. Cárdenas estableció firmemente las condiciones del desastre y el desastre llegó. ¿Qué queda hoy de la gesta cardenista en materia de ferrocarriles? La ruina. México no cuenta con un TGV ni con un Shinkansen ni un AVE ni con un Maglev Transrapid de manufactura china para mover a millones de pasajeros y cientos de miles de toneladas de carga de Mazatlán a Mérida o de Tuxtla a Monterrey o de Tijuana a Veracruz, entre otros cientos de rutas más. El transporte por carretera es caro y lento.
¡Ay, Tata Lázaro, ay, ay, ay! No bastó con la expropiación caótica y fanática de petróleo y del campo mexicano, hoy México, un país petrolero, importa 60% de sus gasolinas y otro tanto de gas, sin olvidar que a partir de 1940, huyeron a Estados Unidos 10 millones de campesinos mexicanos… Una locura.
El tal Tata comenzó obtusamente con el proceso de obstrucción de las arterias por las que se circulaba la gran energía mexicana y ya nadie logró liberarlas. De Benito Juárez no aprendió ni a escribir su nombre…
Y pensar que AMLO es un adorador de Lázaro Cárdenas… Horror de horrores…
fmartinmoreno@yahoo.com