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Cuentan los cronistas de la conquista de México que estaba prohibido ver a los ojos a Moctezuma Xocoyotzin, para ya ni hablar de la remota posibilidad de refutar sus puntos de vista. La misma actitud de absoluto sometimiento se observó ante los virreyes, caciques, caudillos, jefes máximos, intérpretes infalibles de la voluntad popular, primeros mandatarios, así como todo tipo de gerifaltes que han dirigido a la nación desde cualquier espacio de gobierno.
A lo largo de la Dictadura Perfecta fundada por Lázaro Cárdenas hasta el final de la gestión de Peña Nieto y su pandilla de pillos, ningún priista, sálvese quien pueda, se atrevió en público a oponerse a los deseos del jefe de la Nación, título grotesco que evidenciaba la inexistencia de la división de poderes. ¿Razones? Cada integrante del tricolor tenía colocada una bomba de varias toneladas métricas de TNT en las asentaderas y ante la menor protesta externada en contra del tirano sexenal en turno, éste podía apretar un botón y detonar el explosivo para desaparecer de los escenarios políticos al audaz contestatario. Si casi nunca vimos a los priistas encarcelados es porque no deseaban que el moderno tlatoani apretara el dichoso botoncito.
Pero, ¡oh, sorpresa!, en estos últimos días, Enrique Alfaro, gobernador electo de Jalisco por el Movimiento Ciudadano, saltó a la arena política para desafiar a un López Obrador investido de temerarios poderes inconvenientes en una democracia respetable. Además de los contrapesos políticos como los mercados, la Corte, las instituciones autónomas, algunos medios de difusión y las redes sociales, surgió ahora la imagen viva de un jefe del Ejecutivo local que discrepa abiertamente con uno de los más poderosos líderes políticos mexicanos de todos los tiempos. Alfaro se le plantó a AMLO con gallardía y sentido del honor dejando expuestos en paños menores a sus colegas del resto del país.
Enrique Alfaro, rodeado de representantes de la mayoría de los ayuntamientos, de autoridades universitarias, de una ONG, como Jalisco, ¿Cómo Vamos? y de empresarios, declaró su negativa a acatar las condiciones que se les impongan a las entidades federativas. En Jalisco no están dispuestos “a permanecer callados ante los intentos por vulnerar el pacto federal y el orden constitucional. Por congruencia histórica no podemos permitir que la imposición por medio del mayoriteo legislativo atente contra la autonomía y dignidad de Jalisco como Estado libre y soberano”. Una maravilla, ¿no? ¡Bravo, Alfaro, bravo!
“Es inadmisible —continuó con discurso valiente, propio de gran demócrata— que los intereses de Jalisco y de sus habitantes sean ignorados en la discusión de un presupuesto que debe ser entendido como instrumento nacional del desarrollo y no solamente como orientador del gasto federal... Exigimos que la Federación asuma su corresponsabilidad en la solución de problemas urgentes como el abasto de agua, los retos de movilidad, de acceso a la salud y a educación de calidad, de sustentabilidad ambiental, de construcción de infraestructura, para que Jalisco mantenga su liderazgo como una economía pujante”.
Sí, pero Alfaro no se quedó ahí, todavía interpretó más música para mis oídos: “...Queremos expresarle (a AMLO) nuestra profunda preocupación por la marcada tendencia a aprobar disposiciones legales que lastiman los principios básicos del pacto federal. No podemos permitir que en el nuevo modelo de organización del gobierno federal, sea planteada la creación de figuras paralelas a las autoridades constitucionales del estado de Jalisco, autoridades legítimamente electas”.
Alfaro se dijo sorprendido porque AMLO había asegurado a los gobernadores del país que los superdelegados no asumirían función alguna en materia de seguridad pública, mientras el Plan Nacional de Seguridad iba en sentido completamente inverso. Todavía agregó que “las autoridades estatal y municipales electas no somos ‘invitados’ a la mesa de seguridad; somos los responsables de la seguridad en nuestro estado, por mandato constitucional. El gobierno de la República puede plantear un nuevo modelo en materia de seguridad, sí, pero ni el gobierno de la República, ni la Cámara de Diputados pueden pisotear la Constitución Política del Estado de Jalisco”. (Por un momento creí escuchar la voz de don Valentín Gómez Farías).
Alfaro insistió que en Jalisco no están de acuerdo con la política de AMLO de perdonar a los corruptos de este país. “Este es un estado en donde los ciudadanos tienen sed de justicia y se sabe el costo de la impunidad (…) En Jalisco vamos a castigar a los corruptos con o sin el aval del gobierno federal. En Jalisco los corruptos irán a la cárcel, no de vacaciones...”
Aquí van los últimos párrafos de su memorable discurso: “Este pronunciamiento no es un acto de rebeldía o insurrección, sino de congruencia y de responsabilidad al que esperamos se sumen muchos más estados del país. Si no somos capaces de levantar la voz hoy, el riesgo de que las voces de las regiones, estados y municipios de este país sean borradas para siempre, es enorme... Queremos ayudarlo a gobernar bien, a recuperar la confianza de la gente en sus gobernantes, a romper con un sistema político podrido de raíz. Pero eso no significa agachar la cabeza ni dejar de levantar la voz cuando se le esté faltando al respeto al pueblo de Jalisco”.
Cada gobernador de Morena tiene su bomba colocada en las asentaderas, es obvio, pero y los colegas de Alfaro, ¿van a permanecer callados mientras que el pacto federal está amenazado junto con la integridad política del país? Basta con leer las declaraciones de un legislador troglodita que amenaza con la desaparición de los poderes estatales si los gobernadores no se someten a AMLO.
En Jalisco se quiere a la buena, porque es peligroso querer a la mala... ¡Ay, Jalisco no te rajes!, me sale del alma gritar con calor, abrir todo el pecho pa' echar este grito: ¡qué lindo es Jalisco, palabra de honor...!
PD: Nos vemos el viernes 30 de noviembre en la FIL de Guadalajara a las 19 horas en que presentaré mi más reciente novela intitulada México secreto.