La semana pasada se ha hecho público que la Oficina Nacional de Viajes y Turismo de Estados Unidos —que depende del Departamento de Comercio— suspendió la divulgación de las estadísticas sobre el flujo de viajeros que ingresan a este país, con el argumento de que existen dudas sobre la precisión de los datos.
Ciertamente, no es inusual que se hagan revisiones en los operativos estadísticos, ni en las propias cifras obtenidas; lo que sí parece extraño es que la citada revisión suponga el dejar de publicar la información. En realidad estamos ante un tema en el que el ‘sospechosismo’ no puede dejar de estar presente pues existe la convicción de que diversas posturas adoptadas por el gobierno del presidente Trump han propiciado un descenso en los flujos turísticos; con ello, no es difícil conectar la decisión gubernamental de veda estadística con la pretensión de ocultar una realidad incómoda, recordando que una parte relevante de los intereses del magnate tienen que ver con los negocios turísticos.
Al mes de septiembre de 2017 —último dato disponible— la caída anual en las llegadas de turistas internacionales a Estados Unidos era de un 3.8% —7.5% en las provenientes de México—, que de mantenerse en la parte final del año, supondría la pérdida de cerca de 3 millones de viajeros; el impacto no es, de ninguna manera, menor pues no solo implica la pérdida de un escalón en el ranking mundial, relegando al país a un tercer sitio —atrás de Francia y España—, sino que, también, significó una caída de 6.3 miles de millones de dólares en los ingresos turísticos, lo que necesariamente impacta la, de por sí, débil Balanza Comercial del vecino país del norte.
Sin duda haya razones para alimentar las dudas, pues parece poco creíble que un país que tiene todos los recursos económicos y tecnológicos, además de contar con férreos controles en los flujos migratorios, de pronto, pierda las cuentas de las cabezas de sus visitantes, con ello parece que el turismo en Estados Unidos se inscribe en los tiempos de las ‘fake news’
Tianguis Turístico
. Ayer se dio el banderazo para una nueva edición de este foro, teniendo como sede a Mazatlán. A pesar de que la función con la que fue concebido originalmente ha menguado —servir como espacio de comercialización de la oferta turística para compradores extranjeros—, el Tianguis Turístico es el gran punto de encuentro de la industria y un buen momento para subir el perfil del sector de cara a la opinión pública.
En un momento difícil para el sector turístico, pues no obstante los buenos resultados alcanzados —extraordinarios, en realidad—, la inseguridad y la percepción sobre esta empiezan a hacer mella en algunos mercados que ya acusan una desaceleración en su crecimiento, Mazatlán tendrá una magnífica oportunidad para mostrar que es un destino turístico que vive un proceso de reconversión y que sigue teniendo un espacio importante de crecimiento; de paso, puede aprovechar que el ‘travel warning’ del gobierno norteamericano que pesa sobre Sinaloa es injusto, al menos en lo que se refiere a esta plaza, y no corresponde con la realidad.
Será este el último Tianguis Turístico de la Administración del Presidente Peña Nieto y más allá de cualquier objeción por temas diversos a la coyuntura turística, se debe reconocer que en términos generales se entregaran buenas cuentas en la materia propia del sector. El impulso a la conectividad, en donde sobresalen la renegociación del tratado bilateral aéreo con Estados Unidos y el inicio de la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México; una más adecuada estrategia de comunicación sobre el tema de seguridad que la adoptada por el gobierno previo; el reiterado trabajo conjunto entre el sector público y el privado en materia de promoción; la facilitación migratoria, especialmente, con Sudamérica; y el liderazgo de la Secretaría de Turismo, son saldos positivos de esta gestión; así como lo es el hecho de que hay una gran probabilidad de que al cierre de 2017 México se sitúe, por vez primera en la historia, en el sexto escalón en el ranking turístico mundial. Del otro lado se quedan entre otros pendientes, la inseguridad —compartida con las autoridades del orden local—; el reiterado anhelo de hacer del turismo una verdadera prioridad del Estado mexicano —que incluye al conjunto de la sociedad—; y la necesidad de reinventar a Fonatur que sigue vegetando sin rumbo, ni estrategia trascendente.