En los análisis que realizamos sobre la marcha del turismo en México en esta columna, empleamos con regularidad la información estadística de fuentes públicas —y en algunos casos privadas—. En esta normalidad, en algunas ocasiones centramos la atención en el examen de las propias fuentes estadísticas. Así, hace algunos años —2014— consignamos el inusual crecimiento de alrededor de 40% en el turismo fronterizo, estableciendo la hipótesis de que este comportamiento respondía más a un ajuste metodológico que a una situación real.
A propósito del relevo en la compilación de la estadística del movimiento turístico internacional que dejó de ser responsabilidad del Banco de México y lo es ahora del Inegi, dijimos en octubre del año pasado “… en el gasto medio de los turistas aéreos —que es uno de los componentes más relevantes de la información de estos turistas internacionales al país—, sí parece haber cambios significativos…”. Asimismo, señalamos “es tan relevante esta modificación que de confirmarse como un cambio significativo, supondría que los ingresos de este segmento pasarían de representar 80% del total en las mediciones previas, hasta alcanzar alrededor de 90% con los nuevos operativos (…). Por cierto, la aparente subestimación en este rubro habría sido anticipada por el secretario de Turismo (el ahora exsecretario, Enrique de la Madrid), a partir de un intercambio de opiniones con el exsecretario general de la Organización Mundial del Turismo, Taleb Rifai”.
Los primeros datos de 2019, dados a conocer hace días por el Inegi, parecen confirmar nuestra lectura; en ellos destaca un inusual crecimiento interanual de 17.7% en los ingresos por visitantes internacionales y de 48% en el saldo de la balanza turística.
A propósito de lo anterior, es necesario subrayar dos aspectos: la razón e implicaciones de una variación tan extraordinaria, por un lado y, por otra parte, si este cambio modifica la percepción de preocupación que vive la industria ante la sucesión de resultados poco favorables en las últimas semanas.
En el primer punto, me parece que lo que hay que destacar es el esfuerzo de las diferentes instancias públicas con responsabilidades en el tema por mantener un proceso de mejora continua de la información estadística. No veo ninguna evidencia que sugiera que hay un intento de manipulación de las cifras, como, por cierto, en diferentes ocasiones ha sido sugerido por distintas voces. Particularmente destaco, porque me consta, el genuino compromiso y profesionalismo del equipo del Inegi que ha tomado las responsabilidades en la gestión de este operativo estadístico. En todo caso, tal vez debería valorarse la conveniencia de que alguna voz oficial explique públicamente que lo que estamos viviendo está relacionado, efectivamente si es el caso, con el relevo en la compilación de las estadísticas de los viajeros internacionales.
Del otro lado, y en donde, verdaderamente, está el espacio relevante, es en la situación que enfrenta la industria turística mexicana, toda vez que no hay evidencia suficiente para asumir que estos datos positivos en la variable de los ingresos turísticos, respondan a un comportamiento real de crecimiento… todas las señales que hoy se observan apuntan en el sentido de que en el pasado, el gasto de los visitantes estaba subestimado: crecimiento limitado en pasajeros en vuelos internacionales en aeropuertos de los principales destinos de vocación turística; contracción marginal, pero contracción al fin, en las llegadas de turistas no fronterizos; reducción en tarifas y ocupación en los destinos del Caribe; asimismo, se reporta un descenso en el volumen de reservaciones aéreas hacia México.
Desafortunadamente no hay tampoco la perspectiva de que vaya a haber un cambio de tendencia en el futuro próximo. En las rutas aéreas internacionales entre Estados Unidos (de lejos el principal mercado turístico para el país) y Cancún, Ciudad de México, Los Cabos y Puerto Vallarta, por ejemplo, se reporta una pérdida de 1.7 millones de asientos para el periodo enero-agosto 2019. Por cierto, son los destinos del Caribe los que están atrayendo esa conectividad (República Dominica, tan sólo, incrementará en el mismo lapso su oferta en un millón de asientos).
Todo ello, una vez más, nos hace señalar que es urgente que se revise la decisión de cancelar la inversión pública del gobierno federal en promoción turística. Como lo hemos dicho repetidas veces, un país de la estatura turística de México no puede privarse de tener una presencia relevante en los altamente competidos mercados turísticos.