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“A veces tomamos el camino a una colisión sin tener la menor idea, ya sea por un accidente o por un designio, por un plan que está más allá de nuestro entendimiento. Y no hay nada que podamos hacer al respecto”, así explica Benjamin Button cómo atropelló un taxista a su amada Daisy en otra de mis películas favoritas.
A partir de una cadena de acontecimientos inconscientes e involuntarios, el coche y la bailarina coinciden cuando ella sale pletórica de su ensayo, con un paso de chaîné (o cadena) de la acera a la calle, donde acaba tirada con la pierna deshecha por
el impacto.
Hace unos días, con tristeza, me encontré con la nota sobre la baja de Juan Luis Barrios de los Juegos Panamericanos . Por prudencia no le he preguntado, pero los periódicos cuentan que durante un entrenamiento un niño se atravesó intempestivamente a su paso, y para no arrollarlo alargó su zancada y se desgarró el muslo derecho.
Si la mamá del niño no hubiera postergado nueve minutos la alarma para levantarse esa mañana, o si antes de salir no se le hubiera caído la leche al menor en la sudadera, o si no hubiera entrado esa llamada del banco al celular del papá antes de bajarse del coche, o si J uan Luis se hubiera detenido como siempre en el espejo a revisar que todo estuviera en orden, seguramente el mejor corredor mexicano de la actualidad estaría buscando el oro en Lima, Perú.
Ahora, en cambio, seguramente lucha por encontrar más bien respuestas, mismas que quizá solo hallará hasta el desenlace de su película, cuando esa línea mágica
llamada entendimiento por fin consigue unir todos los puntos del trayecto para nuestro asombro.
“Siendo la vida como es, una serie de vidas cruzadas e incidentes que escapan a nuestro control, ese taxi no pasó de largo y ese taxista
se distrajo un segundo y atropelló a Daisy”.
Mis mejores deseos a Juan Luis . Que te recuperes rápido y que este inexplicable evento sea un giro de tuerca a tu épica cinta.
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