Más Información
Ken Salazar resalta colaboración de México-EU contra cambio climático; refuerza el liderazgo de América del Norte en la lucha
Erradicación de la violencia de género, prioridad de Olga Sánchez Cordero; aboga por la igualdad desde la infancia en congreso 50+1
Jueces y magistrados acusan registros “inflados” en inscripción a elección judicial; exigen transparentar listas de aspirantes
Diputada del PAN plantea reforma para ampliar servicios de atención infantil; va por estrategia enfocada en Primera Infancia
Mauricio Kuri garantiza seguridad tras ataque a bar Los Cantaritos; niega que conflicto de otros estados se traslade a Querétaro
Uno se hace, lo que sea que quiera ser, a fuerza de repeticiones. Para ser padre, por ejemplo, no basta con engendrar un niño o adoptarlo. Para ser un verdadero padre hay que llegar a casa una y otra vez y contemplar dormido una y cien veces a ese pequeño ser que noche a noche vas poco a poco considerando tuyo.
Por el otro lado, si bien es cierto que hijo sí se nace, también es verdad que el papel se asume después de muchas mañanas de abrir los ojos y acostumbrarte a ver ahí, listo para sujetarte entre sus brazos al mismo tipo de siempre, a ese que terminarás por llamar “papá” tras repetir y repetir dos simples sílabas que requieren de mucha práctica para pronunciarse juntas. Todo son repeticiones, todo es repetir.
Yo hacía mucho, más de un año ya, que no hacía las mías, hasta ayer que acompañé a correr a mi esposa y le tocaban 400 x 10 de entrenamiento —o sea, 400 metros a ritmo, diez veces; para quienes no corren—. Entre cada 400 bajábamos la velocidad para recuperarnos y fue justo cuando pensé en esta columna: “Todo son repeticiones”, me dije al octavo 400, a punto de terminar, mientras volvía a sentirme un corredor un poco más de a de veras, porque para en serio serlo debes experimentar día a día la sensación de que lo eres, de que te agotas, de que luchas en medio de ese cansancio y a pesar de la extenuación persistes. Es así como Lupita González, Madaí Pérez o Alegna se convirtieron en grandes atletas, con la práctica y el hábito, con la repetición.
Es parecido con el piano, para convertirte en pianista, en un auténtico pianista, debes ejercitar permanentemente los dedos. Pregúntenle a James Rhodes o a Carlos López Díaz (maestro de mis hijos y mío): es imperativo fortalecerlos, acostumbrarlos a hundir las teclas blancas y a acariciar las negras, palparlas mil y un instantes hasta reconocerlas con los ojos cerrados, pues los pianistas no se vuelven pianistas en un pestañeo. Incluso, al dormir, de pronto se encuentran practicando, soñando con notas y melodías, como Paul McCartney, que sacó Let It Be de un sueño donde su madre —que ya había fallecido— le aseguró que todo estaría bien, en una época donde todo iba mal: “Hey, it’s going to be ok, just let it be”.
Levantarse cada mañana y antes de cualquier otra cosa repetirse hasta el cansancio que uno puede ser o hacer lo que sea que desee, es asimismo favorecedor, más si te miras al espejo.
O, si estás frustrado porque llevas tiempo sin poder, es recomendable hacer un recuento de todo aquello que sí has podido y repetir esos recuerdos en tu cabeza. Yo una vez me sentía un poco así y escribí “Lista de los sueños que he convertido en realidad” y la leí varios días seguidos, como un
entrenamiento, hasta que trasladé de nuevo a mí el sentimiento de triunfo y empecé otra vez a considerarme digno de que me sucedieran, pero sobre todo de conseguir, cosas increíbles. Todo es repetir, las repeticiones son capaces de cambiar las costumbres, transformar las realidades
y mejorar los tiempos.
@FJKoloffon