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Brasil se encuentra en el proceso electoral más importante de su historia reciente, en medio de una grave crisis económica, política y social.
Luego de una primera vuelta quedó como ganador el ultraderechista Jair Bolsonaro y, en segundo lugar Fernando Haddad del PT, quienes disputarán la presidencia el próximo 28 de octubre. Pero lo que dejan estas elecciones, donde además se escogía el Congreso nacional, gobernadores y asambleas legislativas, es la ratificación de una sociedad brasilera muy polarizada, un predominio electoral de sectores de derecha, así como una izquierda debilitada.
Que Bolsonaro hubiese sido el ganador y, con una muy fuerte posibilidad de ser el próximo presidente, no deja de ser preocupante para Brasil y la región por los actores políticos y económicos que lo respaldan.
Este ex capitán del ejército usa un discurso lleno de xenofobia, discriminación y desprecio hacia sectores de la sociedad como las mujeres, el colectivo LGBTI, los indígenas, los afrodescendientes y los sindicalistas. Es hacia estas poblaciones y lo que representan, sobre los que ha emitido los peores calificativos además de amenazarlos con perseguir, atacar y hasta desaparecer, actitudes que hoy en día no se esperaría de un político serio y sano mentalmente.
El éxito de este oscuro personaje, tiene que ver con una sociedad brasilera hastiada por la violencia, la corrupción, el desempleo y con muy poca credibilidad en los políticos, pero que curiosamente ve con buenos ojos ese discurso de fuerza, de burdo populismo que le promete restablecer el orden y una falsa prosperidad económica, (basta con mirar Argentina).
El miedo se ha vuelto un actor preponderante en la campaña. Se ha promovido para evitar que gane el PT y sus políticas, miedo que manipulan y financian empresarios nacionales y multinacionales y los sectores de derecha que atemorizan con Venezuela. Promueven el miedo los políticos tradicionales y corruptos que temen ser juzgados por sus negocios ilícitos y que ven en este militar, amante de la dictadura, su salvador. Todo ese miedo ha sido difundido de manera artera y con financiamiento de las élites a través de las redes sociales y los medios de comunicación que controlan. Ese miedo está alimentando un voto a ciegas, no a favor de una propuesta política clara y coherente inexistente, sino de un personaje que alimenta su discurso con promesas a favor de minorías privilegiadas y en contra de las mayorías históricamente relegadas.
No solo son las palabras y los discursos intimidantes lo que nos debe preocupar de Bolsonaro sino que son apoyadas por sectores militares y retardatarios. Actores que tienen también en su vicepresidente propuesto, un espacio de poder que es muy riesgoso revivir en la región, ya que desdeña las ideas de derechos y propugna las de fuerza. Peligra así una joven democracia que todavía no supera los crímenes de la dictadura. Pero los temores también son por la selva y el medioambiente que se quieren destruir en favor de las empresas multinacionales. No es para menos nuestra preocupación, pues el ultraderechista desdeña los procesos de integración de la región, el Mercosur, la Comunidad Andina (CAN), la Alianza del Pacifico, la relación con sus vecinos. Ve en cambio en Trump su sabio inspirador, a quien ofrece su gobierno incondicionalmente. Ojalá los brasileros puedan con su voto decidir sabiamente para que él no sea esa elección que los lleve hacia el pasado, a la barbarie.