Me gustó para título de un cuento de futbol d e nuestros días en el que el protagonista es un chavo millennial al que sus papás, familiares y amigos le endulzaron el oído desde niño, porque vaya que jugaba requetebién.
De esos camiseta 10 que además tienen gol y se distinguen porque desde que los ves te gustan para que sean el capitán del equipo.
Pues así El Calabaza , que ya jugaba en una Sub-21 de un equipo de primera división, vendió su coche, ahorró dos o tres meses gastando poco de su sueldo y decepcionado porque no lo contrataron para jugar en el máximo circuito, pensó en venir a jugar a España y probar suerte. Quién sabe qué se imaginó El Calabaza . Logró que lo vieran en un equipo de Segunda B.
Sin saberlo, había pasado el primer filtro que suele ser la tercera división española en donde juegan siete mil 920 futbolistas de los cuales dos mil 160 son por reglamentación menores de 23 años, prácticamente todos con pasaporte comunitario, aunque el ser extranjero no hubiera sido problema. Lo contrataron por la cuarta parte de lo que suponía le iban a pagar jugando en el Ascenso MX.
Al Calabaza le explicaron que es tal la demanda de jugadores en España , que la oferta económica no puede ser alta, porque es apenas el inicio del camino hacia el profesionalismo, pero con lo que le iban a pagar le alcanzaría y el contrato incluía el alquiler de un departamento compartido con otro muchacho de Kósovo , que por cierto por las tardes trabajaba en una barbería.
El Calabaza y el kosoveño , al igual que muchos de sus compañeros de equipo llegaban en el bus a entrenar y en el bus regresaban. Comían en un chinguirito regresando de la práctica y aprovechaban ocasionalmente pasar al supermercado a comprar algo de fruta, café, leche y pan.
Extrañaba la Casa Club del equipo de primera en donde jugaba en México , siempre había que comer hasta para llevar a casa.
Titular indiscutible jugó el play off de ascenso el primer año y jugando el segundo año consecutivo en la B, descendieron a tercera y con ello, si quería quedarse, también su salario perdería el 20 por ciento. La prensa local poco se ocupaba de él y del equipo en Segunda B. Cómo sería jugar en tercera. Se regresó a México y en el aeropuerto le llovieron preguntas del porqué de su regreso.
La había pasado por lo menos diferente a lo que pensó. Estaba acostumbrado a la crítica, a veces desmedida, pero la mitigaban los elogios. Extrañaba viajar en auto a entrenar y tener dinero para gastar. El glamour que tiene jugar futbol en México . Un amigo futbolista le preguntó: qué nos pasa Calabaza.
—No sé, tengo 21 años y no tengo tiempo que perder.
El Calabaza
está buscando coche y equipo. Colorín colorado...
@fernando_andere