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No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague. Tarde o temprano, habiendo sostenido durante estos meses que no hay un mejor lugar que Europa para que se desarrollen nuestros futbolistas, ya no es el inexorable tiempo, la banca, el alguna vez citado Síndrome del Jamaicón , el arraigo, la ausencia o la familia.
Vienen a jugar habiendo sido seleccionados nacionales, uno o 100 partidos, y algunos perdieron la ilusión incluso por jugar en Europa , otros en la Selección y algunos más han llegado a adaptarse de tal modo al cambio, que incluso una oferta económica importante en algún equipo mexicano pasa a segundo término. Vaya fenómeno, que —a decir verdad— no me esperé. Cada uno que lea puede ubicar sin problema esta característica en quien lo desee y —uno por uno— en una charla entre amigos, de esas que aunque no abundan, todavía existen, desmenuzar —sobre todo— a los seleccionados en Rusia 2018.
Sentándome a pensar qué sucedió, no encuentro la causa y no voy a citar algún nombre, si en definitiva sostengo una constante entre ellos.
Los futbolistas mexicanos que nacieron a partir de 1987 no están pensando en llegar a Qatar. Muchos de ellos decidieron terminar su ciclo en la siguiente estación. México, España y Estados Unidos son los destinos en los que escucharemos de ellos. En una semana en la que se puso de moda la palabra “metodología” en nuestro deporte en general, nos ha rebasado la parte pragmática, esa que particularmente en nuestra idiosincracia se reduce a: “que sea lo que Dios quiera”. Escuchaba yo de alguno que decía que no tenía caso esforzarse tanto, que el sacrificio de ganar menos dinero era contraproducente, porque de todos modos había que hacer mucho esfuerzo para ser titular.
Los mexicanos somos difíciles para un proyecto de vida, porque no sabemos esperar, no nos lo enseñaron. En un mundo tan inmediato, como decidir un lugar dónde comer, yendo a una aplicacion en el móvil, la visión a largo plazo pierde irremediablemente. En lugar de erradicar el “ahí se va”, vivimos en el “enchílame esta gorda”.
Veo a sus 34 años de edad a Cristiano Ronaldo, a sus 32 a Leo Messi , el mundo habla del regreso de Gianluigi Buffon a la Juventus a sus 41; mal que bien, Iniesta —a los 35— sigue metiendo goles en Japón.
Fernando
el Niño Torres , por ahí desconcierta retirándose a los 35, pero es quizá una excepción que confirma la regla. No voy a pensar en monstruos argentinos o uruguayos a los que hubo que convencerlos del retiro, no es el caso. No me pregunten porqué los futbolistas mexicanos , en ese afán de jugar en Europa y la Selección, viven una etapa a la que quiero nombrar “Abandono”. Ojalá esté equivocado.
@fernando_andere