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México
es un país hermoso, cuya belleza natural es superada solamente por la riqueza cultural e histórica de su territorio y la diversidad de sus habitantes, variantes que al unirse generan nuestra identidad nacional, sentimiento que nos ata a estos mares, estos ríos y estos paisajes, pues como decía José Muñoz Cota (primer campeón nacional de oratoria de EL UNIVERSAL) “cada hombre y mujer nacen con un cordón umbilical que le une a su patria ”.
Dentro de este espacio, lleno magia y tradición habitan 119 millones 530 mil 753 habitantes según el último censo poblacional del Inegi, de los cuales, poco más de 38 millones son jóvenes con una edad promedio de 27 años (32.8% del total de la población), como lo explica la Sedesol en su informe La juventud mexicana en cifras, lo que nos lleva a preguntarnos ¿qué estamos haciendo con nuestro país? Si los jóvenes somos un tercio de la población y nos consideramos preparados, críticos y activos, ¿por qué este espacio al que llamamos México, parece que no camina ?
Es común ver en redes sociales como Facebook o twitter las críticas y los comentarios que arremeten contra la corrupción , la clase política , los gobernantes , etc. Y que son realizadas por jóvenes que parecen ser o que se muestran como cultos, conocedores y dinámicos, pero que no van más allá del activismo de sillón, si bien muchos pensarán que no podemos hacer más pues el nepotismo y el abuso de poder colocan en los puestos de toma de decisión a personas que llegan por compadrazgo y no por méritos, también hay que decir que no son las únicas vías para cambiar las cosas .
Creo firmemente que las ventajas de ser joven no se quedan en la agilidad, la belleza o la rebeldía, sino que incluyen la creatividad, el dinamismo, la actividad, la crítica y también la acción, cuando esta sirve para poner un alto a una injusticia, y se potencializan si son herramientas para construir un país mejor. Un ser humano que no aprovecha estas virtudes de la juventud para transformar sus condiciones políticas, sociales o económicas, es como un leñador que teniendo en sus pertenecías un hacha, una sierra o un serrucho, intenta tirar un roble a empujones.
Es así que me gustaría sirvan estas líneas para incentivar a mis coetáneos a seguir siendo críticos, pero también a ser movimiento, a ser la acción creadora que ayude a construir la nación que soñamos y que merecemos.
También hay que decir que no todo es activismo de sillón , como ejemplo está el 19 de septiembre de 2017, fecha en que nuestro país fue azotado por dos fuerzas, la fuerza de la naturaleza que sacudió la tierra, tiró edificios, derrumbó casas y silenció vidas, la segunda fue la fuerza de mi generación, hombres y mujeres jóvenes que salieron a las calles a ayudar, los jóvenes del pentatlón retirando escombros, scouts que recolectaban víveres y organizaban brigadas de ayuda , asociaciones juveniles como Kybernus, Ateneo, Diálogos o jóvenes que solo por voluntad dieron un poco de su tiempo para ayudar a quienes lo necesitaban.
Ellos son el ejemplo de lo que podemos hacer cuando nos unimos para ayudar y no para generar ocio o llenar las redes de negatividad, esto es algo que José Enrique Rodó tenía claro cuando escribió su libro Ariel, él veía que en medio de la tempestad de su tiempo, podíamos ser Calibán, esclavos de nuestras paciones y sueltos a la deriva de nuestros propios vicios o podíamos ser Ariel , cercanos a las virtudes, a la acción, al bien común, y se atrevía a señalar que esas principales virtudes que garantizaban la juventud eterna eran el entusiasmo y la esperanza, entusiasmo que debe servirnos para iniciar las empresas, los proyectos o las actividades que ayuden a paliar los problemas sociales que nos envuelven como la inseguridad, el desempleo y la pobreza, y esperanza para saber que si nos unimos como lo hicimos en otros momentos históricos para buscar el bien común, nuestro país va a avanzar.
Amigos y amigas que leen estas humildes letras en El Gran Diario de México , creo en nuestra patria, creo en nuestros jóvenes, creo en los hombres y en las mujeres que habitan este lugar de selvas, castillos, playas, edificios y pirámides, por ello tengo la certeza de que actuando juntos, con acciones concretas y liderazgos positivos, podemos ser como dice la querida maestra Guadalupe Fraire: “Ese puño en alto anunciando que hay vida debajo de los escombros y las heridas de nuestro país”.
PD: Aprovecho estas líneas para agradecer al Ateneo Nacional de la Juventud por entregarme la distinción como miembro “Honorífico” de dicha asociación, así como al capítulo Tlaxcala que tomó protesta en este mismo evento.