Por: Alejandra Musi

Todavía recuerdo cómo temblábamos el otro periodista mexicano y yo en Venecia al salir de ver ROMA en el primer pase de prensa para la crítica internacional que se realizó muy temprano en la sala Dársena de la Muestra más antigua del planeta.

Éramos los únicos mexicanos en el festival de la ciudad de los canales y de pronto, los colegas de otros países sólo querían hablar con nosotros respecto a la película.

—¿Por qué se llama así?

—Es el nombre de un barrio de la Ciudad de México.

—¿Es realmente la historia de Alfonso Cuarón?

—Eso es lo que se ha dicho.

Respondíamos con cautela pues la información aún era escasa.

Horas después, Alfonso, Marina, Yalitza y Nancy García llegaron al cóctel previo a la alfombra roja de esa noche en la que ROMA tendría su premier mundial. Cuarón bromeaba, saltaba de un grupo de personas a otras, respondía con entusiasmo a las felicitaciones y a las preguntas curiosas. Ahí fue cuando me contó que Libo lo salvó de ahogarse al igual que Cleo sacó del mar a Sofi en la película. Podría jurar que en ese momento Alfonso tenía en el estómago las hormigas que corren cuando hay emoción.

Yalitza, Marina y Nancy estaban todo el tiempo juntas, se cuidaban, respiraban con alivio cuando las personas las felicitaban.

Después vino la alfombra roja. Me situé dentro de la pasarela que lleva al teatro, entrada en mano, observándolo todo: la fila de más de 50 fotógrafos en esmoquin gritando con agresividad “look at here!”, la llegada de los coches oficiales de los cuales se bajaron, primero Cuarón, después las actrices.

Y ahí empezó todo lo que hemos visto repetirse durante meses sólo que esta era la primera vez: Yalitza sonriendo y caminando con esa gracia y naturalidad que nos tiene a todos locos; Marina con su saber estar no dejando nunca solas a Yalitza ni a Nancy y ROMA, recibiendo la primera ovación de pie de las muchas que vendrían. ¡Pum! Explotó el fenómeno mundial cinematográfico y lo empezamos a contar en EL UNIVERSAL.

Todavía era difícil vislumbrar lo que se estaba gestando. “¿Pero tú crees que el filme se entienda cuando no eres de México?” Es la pregunta que más he escuchado desde entonces y la explicación es sencilla y viene de la filosofía: Sí, porque cuanto más apelamos a nuestra esencia más universales nos volvemos, conectamos. Lo que de verdad intriga es por qué ROMA tiene ese ingrediente que hace que algo se convierta en un furor global, y yo creo que es su causa social. Sí, ROMA nos permite abrazar a México y a nuestras heridas. Pero lo entendí hasta que volví a sentir ese chispazo hace un par de semanas en Nueva York con el estreno de la exposición más grande de la última década de Frida en el Museo de Brooklyn, para la que se prestaron obras jamás cedidas por otros museos y para la que se ha tenido que establecer una compra de tickets con horarios para evitar las masas dentro del recinto.

“Teníamos mucha prisa por hacer esta exhibición, por mostrar la grandeza del ADN de México”, me dijo Anne Pasternack, la directora del Museo a la que también, como a mí, y a muchos, le urge abrazar a México.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses