Por más que me quieran vender piñas y poner al valor de cada institución deportiva como complemento de pasión, tenemos que ser realistas. Vivimos una época en donde nos hemos dado cuenta de la disparidad que hay en rivalidades regionales, que reclaman en sus ciudades batallas heroicas.
Me explico: nadie puede negar que hablar de un Real Madrid vs Barcelona es ver una rivalidad que sólo tiene de diferencia un partido más ganado de un equipo que del otro. Mismo caso con un América vs Chivas.
El problema radica en que tanta grandeza de estos exponentes, en los partidos de mayor transcendencia nacional, le ha quitado seriedad y nivel de competencia a sus batallas en el barrio. Por ejemplo, la historia del Espanyol o del Atlético de Madrid siempre terminan igual cuando enfrentan al archirrival: gana el poderoso. Es decir, el Real Madrid siempre gana los juegos importantes; para muestra, el del sábado en el Wanda Metropolitano, casa de los Colchoneros, que volvieron a darle vida al odiado rival sin meter las manos, ante la supuesta crisis merengue.
Acá pasa lo mismo con los Pumas vs América , donde encontrar un triunfo universitario raya en lo milagroso, y miren que ya dejé a un lado la última humillación que les dieron en las fechas decembrinas.
En la bella ciudad tapatía pasa lo mismo: recordar una victoria épica del zorro es un auténtico reto. Ahí las Chivas, hasta cuando tenían que perder en las últimas dos Liguillas contra ellos, los eliminó y en una los humilló, juego que provocó una invasión a la cancha del Jalisco, para evitar aún más el ridículo. ¡Bienvenidos, bienvenidos! A los clásicos triunfos del mismo equipo en rivalidades regionales.