Leer a Rodrigo Rey Rosa, premio Nacional de Literatura en Guatemala en 2004, es vérselas con un edificio que lo mismo ofrece una habitación con vistas que una tormenta de arena donde la parte emocional juega a ser palabra y pensamiento. En su reciente novela, Fábula Asiática, publicada por Alfaguara en noviembre de 2016, en España, deshoja una margarita mientras un reloj de arena acelera los tiempos de historias aparentemente dislocadas. Se trata de un thriller de alfilerazos donde los nombres van develando la trama más que los movimientos de los personajes. John pinta y envejece como le da la gana; Mohamed está seguro de que “El tiempo no existe” y ama encarecidamente el presente, ¿y Abdelkrim? Esta es la historia de Abdelkrim, un inteligente joven marroquí que aspira a ser el primero de su nacionalidad en ser astronauta de la NASA. Nada menos.

Rodrigo Rey Rosa, autor de una extensa obra, nació en Guatemala en 1958. Su vida ha sido un viaje lleno de sorpresas y amistades envidiables. Es un creador prodigioso, su territorio narrativo no tiene fronteras, ha desarrollado un estilo sobrio y logra que su prosa sea suave, precisa, envolvente y que parte de la amplitud de sus historias sean una propuesta del lector atento. Fábula Asiática ocurre en varias partes del mundo, sobre todo en Tánger, donde un escritor mexicano llamado Rubirosa trata de transcribir unos casetes para comprobar los temores de Mohamed respecto a Abdelkrim, su hijo, de que está en severos problemas, porque que quizá en Estados Unidos, donde estudia becado, se ha involucrado con algún grupo extremista de esos que son perseguidos por los americanos por considerarlos peligrosos. A lo largo de la novela, Rey Rosa nos cuenta sobre la situación de Oriente tan determinante en la actualidad y cómo con el solo hecho de pertenecer a esa raza o parecerse se puede ser objeto de sospechas y ser sometido a vigilancia o a un interrogatorio con la técnica del espía donde parece que lo que niegas es una afirmación. Shit.

El futuro astronauta y su amigo Xeno, un joven griego que no ignora la importancia de su cultura ancestral, buscan un cerro para observar el cielo. Allí se encuentran con Matías Pacal, un compañero guatemalteco que, al igual que ellos, es estudiante en el Massachusetts Institute of Technology, el famoso MIT, donde han sido alumnos más de 70 premios Nobel; Pacal les revela que su abuelo maya decía que, “Mirar las estrellas es mirar el pasado.” Abdelkrim sabe que el cielo estrellado es más que un espectáculo y con esa certeza alimenta sus sueños de elevarse algún día. Estudia con ahínco, aunque sabe que su padre piensa que la sabiduría está en el corazón. “Los libros son para los que tienen vacío el corazón,” ha dicho Mohamed, pero Abdelkrim se las arregla para meter la cabeza en los libros sin perder su fe religiosa. Rodrigo Rey Rosa nos lleva de un lugar a otro sin apenas sentirlo, su prosa tiene la particularidad de que nos incorpora: a la segunda página uno siente que está allí, asistiendo a varias vidas desde adentro y es algo que sus lectores le agradecemos tanto, que hasta sentimos ganas de experimentar con el kif, tal y como lo cuenta que lo siente Rubirosa. Hay estimulantes que son una auténtica tentación.

La novela Fábula Asiática, que transcurre en la época contemporánea y no deja fuera a ISIS, debe su nombre a un artículo de revista. No es un texto que Rubirosa deba leer para satisfacer su afición a los misterios extremos y reafirmar que la vida está llena de accidentes. Tienen que percibir lo que le ocurre a Xeno cuando lo lee. Antes de que usted se entere del destino reservado a Abdelkrim, le quedarán claros los hilos no tan invisibles que relacionan las culturas y a los hombres que las viven. Las tradiciones se tejen y florecen más hermosas y propositivas. En la intriga aparece Singer, un agente norteamericano en Tánger que conocerá a Rubirosa, y el asunto de los casetes y la historia tendrá sus variaciones. Esa precisión narrativa que señalaba al principio, tan característica de Rodrigo Rey Rosa, logra que la novela suba de tono al final y el juego se convierte en un remolino de emociones en que el reloj de arena está a punto de agotarse. Aparte de la historia les gustará la fiesta y la variedad de platillos; seguramente querrán visitar Tánger, un lugar vibrante donde Rodrigo Rey Rosa se encontró consigo mismo. Ya descubrirán por qué se los digo.

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