Raúl Padilla, presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, se salió con la suya: dirigir una vez más con gran éxito una feria del libro que enriquece el rostro cultural de nuestro país, que es un indicador de cómo la cultura puede descubrir esa parte de México que algunos idiotas y facinerosos se empeñan en enturbiar. La FIL es un ejemplo de lo mejor que somos, y es emocionante percibir cómo el corazón de nuestro país late sosegado y esperanzado. Me gusta la FIL, a Leonor le embelesa perderse en los múltiples pensamientos que algunos libros le inducen y, como ella, más de 800 mil personas abrevan en ese espacio mágico lleno de personajes reales como Don Quijote, Carlota Amalia, Pedro Páramo, El Santos, Mafalda, Héctor Belascoarán Shane, Falcó y El Zurdo Mendieta, y seres de ficción como Arturo Pérez-Reverte, Emmanuel Carrère, Paul Auster, Juan José Rodríguez, Xavier Velasco, Fernando del Paso, Mónica Lavín, Eduardo Antonio Parra, Rosa Beltrán, Emiliano Monge, Cristina Rivera Garza y mi maestro Fernando del Paso.

Son días en que Marisol Schulz sueña, en los pocos minutos que duerme, que es personaje de Elena Ferrante, que está en la obra de Maitena o es Úrsula Iguarán en plena efervescencia. La veo dirigir con sapiencia un poliedro infinito y no muere en el intento, quizá haya tomado ejemplos de Samantha Valdés y de Peggy Guggenheim. Me encantaría que también fuera de Ángela Merkel o de la princesa Diana. Y la infalible Laura Niembro no se queda atrás, siguiendo el ejemplo de doña Bárbara, controla todo, la importancia del programa Ecos de la FIL es una acción de un profundo sentido social, o la experiencia increíble de los Mil jóvenes y los mil espejos en que se miran y los mil celulares en vibrador. Han entrenado un equipo en eficiencia que no se nota pero que está allí, regulando los tiempos y las antipatías.

Fue placer grande la presencia de Emmanuel Carrère, quien se hizo acreedor al premio FIL y que confesó haberse encontrado con Pedro Páramo y que fue cuando aprendió cómo masca la iguana, frase que le gusta a Santiago Ruy; excelente la presencia de Paul Auster, quien en una conversación con Ricardo Raphael confesó los mecanismos de su escritura. De Carrère lean El adversario y de Auster 4321. Claro, sólo para que ingresen en sus universos narrativos los que aún no han tenido la fortuna de conocerlos. De Alberto Manguel lean todo, estuvo acá para recibir el premio Formentor y para que la gente lo ame más todavía. Un hombre íntegro que escribe maravillas. Claro que celebramos el premio Cervantes a Sergio Ramírez, que acompañado por su esposa Tulita y un grupo de amigos, pasó una noche inolvidable. Por supuesto que estuvieron presentes autores de gran importancia para las letras del mundo: Pérez-Reverte presentó Eva; Eduardo Antonio Parra trajo la nueva edición de El rostro de piedra; Siglo XXI, dirigido por Jaime Labastida, presentó seis novelas del Luis Spota, un autor que trata del otro México eterno, el de la corrupción y La costumbre del poder; Almudena Grandes estuvo con su novela más reciente, Los pacientes del doctor García.

Julián Herbert exigió: Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino; Fernanda Melchor dejó en claro que es una: Temporada de Huracanes. Por supuesto que celebramos los 15 años de Xavier Velasco y la sonrisa de su hermosa chambelana. Cantamos y conversamos sobre su trayectoria y la manera tan humana en que está unido a los fenómenos que cuenta. La noche del viernes 1 de diciembre sacamos los manteles largos y nos sumamos al homenaje que la Feria ofreció a Juan Rulfo por los 100 años de su nacimiento y porque es un autor imprescindible. Estuvieron Rosa Beltrán, Fernando del Paso y Élmer Mendoza, moderados por Gonzalo Celorio, y compartimos en “De todos modos Juan te llamas”, nuestra relación con uno de los mejores novelistas de todos los tiempos. Don Fernando exaltó su amistad y compartió una carta que le escribió 40 días después de su fallecimiento; Rosa leyó un texto profundo y gracioso, entre otras cosas, sobre la relación del maestro con las mujeres; citó una entrevista de Elena Poniatowska que, por supuesto, estaba presente, lo mismo que Sara Poot; yo platiqué sobre la importancia de la estética rulfiana en mi generación y cómo algunos autores de novela negra aprendimos con él a crear atmósferas precisas. Agrego que los periodistas mexicanos estuvieron al 100, en lo particular no tuve ninguna entrevista aburrida; lo mismo me ocurrió con los alemanes y españoles que comparten con nosotros la fascinación por la FIL. Si no pudieron asistir ahora, el próximo año no se pierdan esta alegría, no se arrepentirán.

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