¿Cómo vas en tu nueva circunstancia?, ¿ya viste a Tony? Salúdame al viejo, dile que nos quedaron varias botellas pendientes y siete clases sobre el vino artesanal que probamos en el Igueldo. Sé que eres curioso, no digas que no, así que no te hago esperar. El 11 de enero Leonor se encontraba en Tijuana y volé a encontrarme con ella. Mientras recogía mi equipaje activé mi celular, un modelo que le gané en el póker a un tahúr americano que resultó ser espía del presidente que en sus pesadillas alucina con un muro que lo hace puré, y cuya mayor virtud es que proyecta emociones. Tenía un mensaje de Verónica Flores que percibí como algo tremendo y le marqué de inmediato: ¿Ya sabes? Qué. Entonces me contó que tomaste el camino que conduce a Roma que sólo se recorre una vez. Chale.

Me quedé frío. Tú que creciste haciendo cosas para ser tú mismo y viviendo en ciudades que te lo permitieron, sabías de este sentimiento que horada las neuronas. Lo sabías porque siempre cultivaste el afecto como abrazo fraterno universal. Hay cosas que pasan para no creerlas y tu partida es de esas, ¿Cómo qué te vas, Claudio López? Si apenas va a llegar la orquesta. Salí. Leonor esperaba, impartía instrucciones por su celular. Esa noche cantarían Angélica Alejandre y Diego Silva en un recital que ella organizaba y no acostumbra dejar cabos sueltos, pero se derrumbó. Le compartí lo tuyo y su hermoso y amado rostro devino en llanto. Y cómo bien sabes, allí las palabras vuelan por su propio peso.

Llamamos a Pilar Reyes que se hallaba conmocionada y era un amasijo de desconsuelo. Llamamos a nuestro pan, pan y al vino, vino. Y al César lo que es del César. Pilar ya te extrañaba. Exaltó tu capacidad para ser amigo y compañero y es verdad: Tenías clase en todo y particularmente en la amistad. Que provenías de marqueses, cierto, aunque nunca tratamos el asunto. Ser tu amigo es algo que produce una sensación de eternidad, de amigos para siempre, como cantaron en los juegos olímpicos de Barcelona de 1992. Esa rolita de Andrew Lloyd Webber que llegó para quedarse. Además, para mí y para muchos autores, tu otra casta era de gran editor y tu sombra era tan grande que nos cobijaba a todos. Pilar, ¿sabes algo de Ángeles? Nada sabía y no pudimos comunicarnos con ella.

Recibimos el desolado mensaje de Carlota del Amo. No lo podía creer, estabas trabajando cuando fuiste alcanzado por el corcel negro del que nadie consigue ver el jinete hasta que se va con él. O con ella. En Tijuana fuimos a comer al Misión 19, un restaurante que ofrece platillos creados bajo las premisas de Baja Med, un concepto de comida regional de Baja California. Te hubiera encantado. Recordamos octubre, cuando cenamos en Getafe, en ese lugar con platillos con nombre árabe que sabían muy bien. Como siempre, te obligué a elegir el vino ante la sonrisa cómplice de Ángeles que insistió en que debías descansar un poco, propuesta a la que Leonor se sumó y cuando desayunamos en la FIL de Guadalajara, tanto Verónica como yo te sugerimos la conveniencia de un receso. Lo prometiste. Aunque jamás creímos que te lo tomarías tan largo, amigo. Nos llamó Andrés Ramírez, experimentaba un desconcierto que no trata la poesía ni define ninguna formación cultural. Estábamos ante un río negro, con el corazón hecho añicos, con el tejido del alma lacerado, con preguntas y respuestas que no venían al caso. Chale bato, qué manera de ponerle machín.

Leonor y yo tuvimos una extraña experiencia. De pronto empezamos a encontrar gentes que se te parecían, que tenían tus canas, tu barba, tu encuadre de cara, tu robustez. Veíamos todas esas personas pasando a nuestro lado con una paz insospechada. Nos tomamos de las manos y les dedicamos sonrisas que ellos respondían sorprendidos. Bueno, la prensa te dedicó páginas de elogios. Nos gustó. Por la red el mundo supo que te habías ido y calificaron tu capacidad de impulsar autores como difícil se superar. Sí, tenías un amor inmenso a la palabra escrita y un aprecio sin límites para los creadores. Como tres veces me dijiste que te gustaba el Zurdo Mendieta y que mi apuesta por el lenguaje del norte de México era tan correcta que estabas dispuesto a meter tu resto. Gracias amigo. Eras de los corazones que laten fuerte por la literatura en español, escrita donde fuera. También eso es parte de tu grandeza. Sé que nos dejaste tareas, algunas complicadas, pero ten la seguridad de que las cumpliremos, ya verás. Cuídate amigo, y no olvides saludarnos a Tony.

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