La novela Chernóbil, de Iliana Olmedo, ha sido distinguida recientemente con el décimo quinto Premio Internacional de Narrativa, 2018, que otorga El Colegio de Sinaloa, la UNAM y la editorial Siglo XXI, y publicada por Siglo XXI en la Ciudad de México en marzo de 2018. Desarrollada con la técnica del diario, cuenta al menos tres historias que se entretejen con arte y dolor: la de una familia con una madre impositiva y un padre desaparecido, la del efecto emocional y físico de la explosión en la planta nuclear de Chernóbil y la de la narradora que con los años se convierte en una fotógrafa destacada. Olmedo nos hace una revelación al principio que nos da una de las pautas de la historia que nos espera: “Recibí una llamada de Rafael en la madrugada. Paula se mató, dijo, y agregó, por fin.” Mucho más adelante, la fotógrafa visita Chernóbil, un punto del mundo que la obsesionaba desde pequeña, y nos cuenta: “Príapiat, ahora transformada en monumento al fracaso, al error, a las ilusiones extintas, un escenario imposible si no lo estuviera viendo.” Desde luego se refiere a la ciudad soviética donde vivían los trabajadores de Chernóbil que murieron o quedaron infectados por la radiación que igual les provocó una muerte temprana, y que fueron parte de una tragedia que el gobierno de su país se tardó años en reconocer.

Iliana Olmedo, originaria de la Ciudad de México, es una narradora sorprendente, altamente dotada para contar historias con una suavidad femenina que no despoja, al menos en esta novela, al tema de su carga de perversidad y de cómo los seres humanos somos víctimas eternas de nuestros errores e hipocresías. “La memoria pesa y aplasta,” expresa la autora y es difícil no experimentar un profundo escalofrío. La historia inicia en 1986. Daniela, la narradora, asiste a la primaria donde sólo tiene una amiguita: Raquel, con la que se entretiene en juegos que siempre tendrá presentes. Tiene dos hermanos: Rafael y Paula, y sus padres pelean por todo. La madre grita y el padre intenta tranquilizarla, hasta que un día desaparece. Nadie explica a los hijos por qué ni dónde. Daniela registra en su diario sus impresiones de ese hecho que la marca hasta su adultez, lo mismo que a Rafa y Paula y que usted querrá descubrir cómo sucede esa parte de esta novela, que nos lleva de un punto a otro de la historia de la narradora. Iliana escribe con maestría, y a pesar de ser un diario, hay una variedad en el planteamiento de la historia en que uno siente que está armando un rompecabezas de gran dificultad. Mezcla momentos de 1986 con algunos de 2016 sin dejar fuera algunos años intermedios que son clave en la vida de los personajes.

Una de las virtudes de Iliana Olmedo es que logra una profunda sensación de estarse contando a sí misma; claro, es la principal exigencia de la técnica del diario que es el auténtico monólogo interior. Un recurso importante es la familia como obsesión, a la que vamos conociendo, primero aceleradamente, y después espaciadamente, con algunos revelaciones expresadas por goteo en que Daniela confiesa su propia sorpresa. Hay angustia en muchas de ellas, y siempre está el referente a Chernóbil como la pérdida de la esperanza en la utilización de la energía nuclear como parte de nuestra vida cotidiana. “¿La radiación tendrá sabor? Seguro es igual a las habas con caldo”, manifiesta la niña en 1987, en una opinión similar a la de Mafalda con la sopa. Fernando, su padre, cree en la energía nuclear como un instrumento de progreso para México, ¿cuál se imaginan que fue su reacción cuando la famosa explosión fue noticia mundial? Quizá fue parecida a la suya.

Una de las perturbaciones que no desaparecen durante la lectura de Chernóbil es la noticia del destino de Paula y la expresión de Rafael. Creo que sus conclusiones serán de lo más interesantes y podría apostar a que funcionarán como una explicación coherente de la novela. ¿Paula es la punta del iceberg? Es interesante cómo lo considerará usted. Por lo pronto, den la bienvenida a Iliana Olmedo, que es una narradora que viene con todo y que seguramente nos entregará muchas piezas tan emocionantes o más, que esta su primera novela. La suya es una vocación imposible de ocultar y cuyo único destino es florecer. “El azar es el origen de las coincidencias”, expresa en la página 136 de esta primera edición, y yo pienso que es una idea que nos asegura que es una autora que llegó para quedarse, a poco no.

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