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Sobre la renuncia de Carlos Urzúa vale opinar desde una óptica variopinta.
Podemos, por ejemplo, aplicar el tradicional: lo bueno, lo malo y lo feo del caso. Y ya entrados en materia, lo importante.
Lo bueno:
El Presidente reaccionó rápido y bien. Nombró a Arturo Herrera al frente de Hacienda. Conjuró cualquier exabrupto de los poderosos, neoliberales y volátiles mercados.
La continuidad, en ese sentido, no se puede negar. Apaciguó la tormenta al nombrar a un personaje formado del mismo molde.
Es excelente noticia que la administración lopezobradorista ponga énfasis en la lucha contra la corrupción. Hoy, por lo menos de palabra e intención dicha, no tenemos a delincuentes de cuello blanco haciéndola de secretarios de Estado, permitiendo el saqueo.
No perdamos de vista esto último.
Nos ayuda a tener perspectiva.
El estruendo porque López Obrador dijo que intentará convencer a su subalterno si no está de acuerdo con él, nada tiene que ver con las instrucciones que se giraban desde Los Pinos para favorecer, corromper o intimidar.
Las vestiduras se rasgaron hace tiempo.
La SHCP y otras dependencias han sido señaladas en investigaciones periodísticas (y ahora jurídicas) como parte del mecanismo de gobiernos anteriores para presionar políticamente e instrumentar desvíos de recursos, condonación de impuestos, etcétera.
Lo malo:
La salida de Carlos Urzúa no es buena noticia.
Habrá voces morenistas que externen lo contrario, pues se quitaron a un contrincante de encima.
Pero se trata de una fractura lamentable entre Andrés Manuel y una persona que lo acompañó y lo fortaleció en decisiones pasadas.
Fue un compañero profesional desde que el mandatario estaba al frente del Distrito Federal. Además de brindar confianza al exterior, Carlos equilibró el interior.
Esta semana, tanto el Presidente como su exsecretario aplicaron rudeza innecesaria. Urzúa despidiéndose de la manera en la que lo hizo y AMLO comparándolo con Meade en su propuesta de desarrollo.
Tienen razón los que indican que no solo fue una renuncia, sino también una denuncia. Y prende focos rojos sobre posibles conflictos de interés.
Lo feo:
Salieron los pejeultras y los pejeiters a sacar raja. Los ultras no tardaron en denostar al extitular de Hacienda y los haters (jeiters) a presagiar, como ya se hizo costumbre, la catástrofe del país, el ya viene el coco.
Lo importante:
Lo que debería preocupar y ocupar a la ciudadanía no es un cambio de régimen, sino que se repitan actos de corrupción y abusos de sexenios prianistas.
Ya hay señalamientos graves en contra de la Auditoría Superior de la Federación de David Colmenares por hacerse de la vista gorda en el desvío de 685 millones de pesos destinados a las mujeres chiapanecas en condición de pobreza, durante la gestión de Manuel Velasco. Ese dinero, de acuerdo a las pesquisas, fue a parar a empresas fantasma.
También, las acusaciones en contra del congreso de Baja California por favorecer las antidemocráticas y peligrosas intenciones de Jaime Bonilla de permanecer más tiempo en el poder.
Y no olvidemos las denuncias en contra de la empresa Abastecedora de Insumos para la Salud, que involucran al súper delegado en Jalisco, Carlos Lomelí.
Todos ellos, ya cobijados con el manto de la 4T. Volver a lo mismo de siempre, eso sí, sería devastador.
Twitter: @elisaalanis
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