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Una de las personas más cercanas a López Obrador, César Yáñez, contrajo matrimonio con Dulce Silva.
Yáñez ha acompañado al ahora Presidente Electo desde hace más de 20 años. Es hombre de toda su confianza. Han permanecido juntos en las buenas y en las malas.
Como era de esperarse, entre los 600 invitados que asistieron a la boda en Puebla, Andrés Manuel fungió como testigo principal.
“Echaron la casa por la ventana”. Fue una celebración cuyos lujos no tardaron en volverse señalamientos.
Por ejemplo, la palabra “fifí” que AMLO utilizó hace tiempo para descalificar a la prensa regresó como búmeran.
El debate se agudizó ayer cuando los novios aparecieron en la revista Hola. Dedicada original y principalmente a la “nota rosa” de las monarquías y aristocracias europeas. Hoy con presencia en cerca de 120 países, incluido México.
“No me casé yo, fui invitado, asistí. Cada quien es responsable de sus actos… No fue una acción de gobierno… Están cuestionando nuestros adversarios porque andan buscando cualquier posible error para hacernos la crítica…”, respondió López Obrador a reporteros.
Está claro que el próximo Ejecutivo Federal no es César. Y que AMLO no fue quien posó para la edición local. A él lo captaron las cámaras.
También es cierto y relevante que no se ocuparon recursos públicos para el festejo. Dulce es una empresaria solvente. Puede hacer con su dinero lo que guste. Se le desea lo mejor.
El problema es que el discurso sobre la austeridad y el cambio verdadero se topó con pared ante la opulencia y las acciones de siempre de la clase política-empresarial.
La famosa revista “del corazón” exhibió las mismas imágenes del pasado, —de la “mafia del poder”—, pero con los actores del presente —los que pretenden llevar a cabo una “cuarta transformación”.
Para colmo, algunos personajes se
reciclaron.
“Anahí, vestida con un diseño de Benito Santos, aprovechó para hacerse una ‘selfie’ con Beatriz Gutiérrez Müller”, indica el texto que acompaña la imagen de las dos mujeres. En las páginas interiores también se ve a los Manueles, Bartlett y Velasco.
A ocho semanas de que inicie el sexenio, el descontento se centró en la forma, en la falta de congruencia.
Sería gravísimo que se convirtiera en un tema de fondo.
Sucedió con EPN.
Recordemos que el escándalo de “La Casa Blanca de Peña Nieto” comenzó por una foto, precisamente en la portada de Hola.
Rafael Cabrera estaba en la fila del supermercado. Antes de llegar a la caja vio en los estantes la publicación con Angélica Rivera. “La Primera Dama en la intimidad” mostraba “su residencia familiar”.
Como buen periodista, Rafa se hizo la pregunta correcta en el momento indicado y la compartió con sus colegas del equipo de investigaciones especiales de Carmen Aristegui.
El resto es historia, un gran reportaje que marcó el inicio del fin del Mexican Moment y el peñanietismo.
Ojalá Andrés Manuel tenga claro que los cuestionamientos no sólo vienen de sus adversarios.
Que los millones de ciudadanos que votaron por él lo hicieron con la esperanza de un nuevo mañana.
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