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Ahora sí, el Partido Revolucionario Institucional quiere deshacerse de Mario Marín como su integrante. “Ahogado el niño, a tapar el pozo”, dicen por ahí.
Resulta que sus otrora ilustres, poderosos e intocables miembros, hoy son un estorbo.
Le tocó el turno a Marín.
El PRI quiere deslindarse del exgobernador poblano, cuando pesa en su contra una orden de aprehensión por lo hecho a Lydia Cacho.
El delegado en Puebla de la Fiscalía General de la República, Julio César Ulises Chávez Ramos, indicó que, en términos de la normatividad procesal, en estos momentos puede ser considerado prófugo.
El día de ayer, en la columna Bajo Reserva Exprés de EL UNIVERSAL, se informó que la Comisión Nacional de Justicia Partidaria, encabezada por Fernando Elías Calles, tiene la solicitud para expulsarlo.
No quieren saber nada del árbol que está por caer. Del militante que en este 2019 ya les resultó incómodo.
Pero el tricolor no puede llamarse a sorpresa. Hace pocos años no le ocasionaba escozor.
No es un caso nuevo.
Se trata de un asunto gravísimo. Que fue escalando con la complicidad de autoridades.
Que llegó al máximo tribunal del país. En donde, como escribí en este espacio, los ministros Salvador Aguirre Anguiano, Guillermo Ortiz Mayagoitia, Mariano Azuela Güitrón, Sergio Valls Hernández y las dos ministras Margarita Luna Ramos y Olga Sánchez Cordero le dieron la espalda a la periodista.
Falló el Estado mexicano. Completo.
Luego de una resolución internacional reciente, arrancó un nuevo andar en pos de procuración e impartición de justicia.
Y, ojo, no únicamente sobre las violaciones graves a los derechos humanos de la escritora, también sobre lo que se han empeñado en ocultar, batear o ignorar: las redes de pederastia en México.
Todo inició en octubre de 2003, cuando mujeres (algunas menores) denunciaron penalmente en Cancún a Jean Succar Kuri, alias “El Johny”.
Es cuando Lydia recibió las primeras amenazas de muerte por parte de este hombre.
En abril del 2005 publicó Los demonios del edén, el poder detrás de la pornografía infantil.
La maquinaria se activó y Cacho fue detenida el viernes 16 de diciembre del 2006.
Esta historia todavía tiene que ser contada completa.
Es un proceso en construcción. Es el pasado que regresa quince años después.
En los archivos de la Suprema Corte yace una investigación que fue desechada en su momento. Con intervenciones telefónicas legales y testimonios sobre la tortura que sufrió Lydia y el abuso sexual a pequeñas y jóvenes.
Me platicó una persona del Poder Judicial que al estar escuchando a una de las niñas, el juzgador tuvo que hacer una pausa. Salió. Comenzó a llorar. “No va a pasar nada, no va a pasar nada”, se le escuchó decir.
Y no pasó.
Las fotografías de menores de edad siguen en catálogos digitales.
Seres humanos continúan viviendo lo inenarrable. Son víctimas de un crimen atroz. Contra la infancia y la comunidad entera.
No basta con la expulsión priista y la orden de arresto contra Mario Marín.
Debe ser apenas el comienzo.
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