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Una cosa es no intervenir y otra es apoyar a dictadores.
Así como los derechos humanos no se consultan, tampoco se pichicatean con evocaciones a modo y desactualizadas de la doctrina Estrada.
México perfectamente puede manifestarse en contra de las violaciones cometidas por Nicolás Maduro y a su vez ser espectador de lo que la ciudadanía del lugar decida conforme a sus estatutos legales.
Puede ser claro contra el tirano y respetuoso frente a la voluntad del pueblo.
Además, aludir a la autodeterminación, como indica el artículo 89 de nuestra Carta Magna, no implica desconocer los avances que en el propio texto se han sumado a lo largo de los años.
En 2011 se reformó el Artículo 1. Esta gran transformación cobija la universalidad de los Derechos Humanos y controles de convencionalidad. Las fronteras se diluyen.
La disyuntiva que ahora se presenta no es justificar a los nefastos de Trump y Bolsonaro, por un lado; o a Putin y Erdogan, por otro. No hay a quién irle.
Se trata de mantenerse a favor de la paz, la libertad y la integridad de las personas en cualquier parte del globo terráqueo. Solidarios con hombres, mujeres, niños y niñas que enfrentan crisis humanitarias. Sin importar la ideología de las víctimas y del opresor.
Pero el gobierno lopezobradorista no sólo ha sido tibio en condenar la violencia, sino confuso.
La Unión Europea, por ejemplo, a diferencia de México, reconoce la legitimidad de la Asamblea Nacional como la institución democráticamente electa, cuyos poderes deben ser restaurados y respetados. Así como la seguridad de sus miembros, incluyendo a su Presidente, Juan Guaidó.
Dice la declaración que la UE y sus estados miembros “se mantienen listos para apoyar la restauración de la democracia y el estado de derecho en Venezuela a través de un proceso político creíble, pacífico, alineado con la constitución venezolana”.
El Artículo 233 de esta última, señala que serán faltas absolutas del Presidente: “… el abandono del cargo, declarado como tal por la Asamblea Nacional, así como la revocación popular de su mandato… se procederá a una nueva elección universal… mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional.”
Por eso, Guaidó juramentó el pasado 23 de enero.
Venezuela está enfrentando un poderío real apelando a la ley, con su constitución en la mano. Caminando hacia nuevas elecciones.
Cuando en el comunicado que emitió la Secretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de Marcelo Ebrard, se indica que: “México no participará en el desconocimiento del gobierno de un país con el que mantiene relaciones diplomáticas”, ¿cuál mandato está avalando?
¿A cuál gobierno se refiere?
¿Al legalmente convocado por la Asamblea Nacional el miércoles?
¿O al de Nicolás?
Razones y Pasiones:
En su excelente columna de El País, La falacia de la no intervención, Héctor E. Schamis recuerda una frase de Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”
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