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El año que termina es uno que difícilmente se podrá olvidar.
Víctor Hugo
Sin duda la preeminencia en las urnas de un nuevo proyecto de nación, encarnado en la figura del presidente más votado de la historia, es el centro de 2018. Sin embargo, no podemos dejar de lado otra serie de sucesos que terminan de dar forma al nuevo escenario político y social, en muchos sentidos inédito.
Uno de ellos fue la sesión de la Sala Superior del TEPJF realizada el 8 de diciembre pasado, en que se analizó y decidió sobre un solo asunto: la declaración de validez o anulación de la elección para la gubernatura de Puebla.
El tema no es pequeño, ya que dicho proceso electoral se constituyó como la proverbial oveja negra dentro del proceso electoral más grande, complejo, analizado y comentado de la historia de México, de acuerdo con los distintos análisis y cifras surgidos el primero de julio.
La sesión de la Sala Superior fue antecedida de un ejercicio inédito, al ser usadas las TIC´s (redes sociales e internet) para dar a conocer el proyecto de sentencia en el que se proponía la anulación de la elección para la gubernatura de Puebla.
Dicha acción estableció una nueva actitud ante a la ciudadanía para esa instancia y, de forma paralela, sirvió para encender las posiciones ante el planteamiento central del proyecto, una semana antes de ser resuelto.
Por una parte, se saludaba la acción del Magistrado Vargas Valdez, que elaboró dicho proyecto, como un ejercicio de justicia abierta y transparencia judicial.
En el otro lado d la moneda, se le señaló como un intento de forzar una decisión.
Al final de la sesión, la elección de Puebla fue validada y con ello la llegada de la primera mujer al ejecutivo de ese estado. Cosa juzgada y firme.
Pero, en lo personal, lo que me parece que debe quedar para la reflexión de los mexicanos son dos cosas: la convicción del Magistrado que proponía la anulación, basada en el detalle de la investigación que se realizó y la diversidad de las posiciones en el pleno.
Uno de los valores más importantes de la democracia es el disenso. Sin él y la polémica que deriva del mismo, es imposible pensar en acuerdos o eventos en los que se elimine la suma cero.
En cinco horas de análisis y discusión pública, las magistradas y magistrados del TEPJF nos mostraron que no hay tal cosa como la línea desde el poder, a través de un posicionamiento monolítico que descarta cualquier posicionamiento.
De igual forma nos mostraron que cada posición debe ser ampliamente sustentada, tal y como fue el caso del magistrado ponente que además de dar su razonamiento jurídico, presentó videos y otras pruebas para sustentar lo que presentaba.
En suma, el proyecto de sentencia sobre Puebla fue un ejemplo de la forma en que los máximos juzgadores electorales de nuestro país (nada más que la última palabra sobre las elecciones) construyen diversas visiones y proyectos, siempre con la mentalidad de mejorar nuestra democracia.
La elección de Puebla fue, como dijimos, la más complicada de 2018. Y de acuerdo con la gran mayoría de los magistrados del TEPJF se comprobó, tal y como se plateó en el proyecto de sentencia difundido en twitter, que existieron irregularidades significativas en la elección. Entre estas se pueden destacar la falta de cuidado en el resguardo de los paquetes electorales por parte de las autoridades estatales y una serie de hechos violentos en 59 casillas.
El punto central fue cómo consideró cada magistrada y magistrado el grado de injerencia tenían los hechos en el resultado final.
Sé que para algunos lectores este tipo de cosas puedan parecer aburridas, por el grado de especialidad técnica, pero en realidad este tipo de cosas son las que pueden decidir quién gobernará una entidad, un municipio, o la república en los próximos años.
En este caso la elección fue confirmada, pero el proceso de discusión, los señalamientos y la forma en que se dieron los resultados nos dice mucho acerca del debate que una democracia debe sustentar, sea cual sea el resultado final.
Por esta razón, insisto, me parece que el cierre del año electoral nos ha dejado una tarea grande para todos aquellos que trabajamos por la democracia mexicana. La discusión y el debate no deben parar, ni en los tribunales, ni en el ámbito público.
2019 no tendrá eventos tan complejos como este año que de este año que cierra nos deben servir como plataforma para relanzar un nuevo análisis de nuestro sistema electoral y la democracia que deseamos lograr. Solo así podremos establecer lo que sigue en camino de la mejora y la transformación de la misma.
Y dentro de este examen, sin duda, la sesión del 8 de diciembre será un caso de estudio muy importante.
¿No lo cree, querido lector?