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El primer gran desafío de la política exterior para AMLO llegó a solo unas semanas del inicio de su Presidencia. Mientras una ola de países reconocían al líder opositor Juan Guaidó como el legítimo presidente interino de Venezuela, AMLO enfrentó un dilema: adherirse a la Doctrina Estrada o unirse al creciente coro de voces que apoyan la democracia en el país del Cono Sur. Nunca hubo ninguna duda de que AMLO se atendría a sus principios de no intervención. Pero cuando el portavoz de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, cometió el error fatal de reconocer la legitimidad de la presidencia de Nicolás Maduro, México provocó el desprecio y la indignación de varios países. así como la ira del senador Marco Rubio en Estados Unidos, quien castigó rápidamente a México al convencer a la Casa Blanca de que suspendiera un acuerdo de antaño para permitir que los tomates mexicanos ingresaran a Estados Unidos libremente.
Desde ese lamentable anuncio el 23 de enero, el gobierno mexicano en general y la SRE en particular han tratado de encontrar una manera de desempeñar un papel más constructivo en el complejo renacimiento de la democracia en Venezuela. La liberación negociada del reportero Jorge Ramos se debe en gran parte a la intervención de la oficina del canciller Marcelo Ebrard, y sabemos que existen iniciativas internas para promover la voluntad del pueblo venezolano sin contradecir los principios del señor Presidente.
Sin embargo, la administración de AMLO puede estar ignorando la oportunidad de desempeñar un papel constructivo que está justo en sus narices: el Instituto Nacional Electoral (INE). Durante años, el INE (anteriormente IFE) de México ha sido empleado por los gobiernos como una herramienta de diplomacia y ayuda externa, ayudando a los países que salen de conflictos a organizar elecciones y fortalecer su cultura democrática. La joya de la corona en instituciones gubernamentales independientes en México nació de la frustración y la desesperación del público luego de la manipulación de las elecciones y el fraude por parte del PRI en los años ochenta. Se ha convertido en la piedra angular de la práctica democrática mexicana y comprobó lo que quizás fue la cúspide de sus logros: la victoria electoral del mismo AMLO en julio de 2018, elección que muchos mexicanos temían estaría marcada por el fraude, pero que resultó ser en gran medida limpia y bien hecha.
¿Qué podría hacer el INE por Venezuela en este momento difícil? Bueno, el instituto en sí mismo podría trabajar con instituciones hermanas de otros países latinoamericanos para investigar la elección –supuestamente fraudulenta– del 30 de mayo del año pasado que vio a Maduro reelegido y a la cual Juan Guaidó demanda que sean anuladas. El INE proporcionaría expertos y experiencia en forma de asesores, actuales y pasados, que se unirían a expertos de toda la región para investigar las denuncias de comportamiento fraudulento y establecer el procedimiento hacia nuevas elecciones. Sin embargo, el papel más importante sería ayudar a Venezuela a diseñar nuevas reglas electorales, reglas respetadas por todos los venezolanos que prepararían al país para una transición a la democracia plena una vez que Maduro deje el cargo.
Esta contribución jugaría con las fortalezas de México bajo la 4T. AMLO mantiene una línea firme de que la voluntad de la gente debe ser respetada, no hay que olvidar que él mismo fue beneficiado por el desempeño técnico del INE en julio 2018. Ayudar a otro país a diseñar elecciones libres y justas no viola los principios de la Doctrina Estrada, esta debería verse como una oferta sincera de apoyo al pueblo venezolano. Afortunadamente México tiene experiencia en ello: el INE ha dejado su huella en los países de Medio Oriente y África, así como en varios países de la región. El ejemplo más claro fue cuando el IFE ayudó al pueblo iraquí a organizar elecciones libres y justas después de la invasión estadounidense.
No obstante, hay un obstáculo obvio. AMLO siempre ha afirmado que le robaron la victoria electoral en 2006 y criticó a las autoridades gritando “¡Al diablo con sus instituciones!”. Pero incluso aquí hay una oportunidad. Al abrazar la independencia y la experiencia técnica del INE, y al utilizarla como una herramienta de diplomacia y resolución pacífica de conflictos, AMLO no solo ayudaría a Venezuela, sino que también haría las paces en su larga disputa con las instituciones electorales de México, tal como él mismo se ha ofrecido a hacer con tantos otros antiguos enemigos en su nueva república del amor. ¿Existe una mejor manera de mostrar las fortalezas y el potencial de la 4ta Transformación que usarla para ayudar un pueblo hermano desesperado a encontrar su propio camino hacia una transición democrática pacífica?