Una elección no es cosa de unos cuantos ni de un solo día, una elección, independientemente de quien resulte ganador es el fruto de muchas manos, mentes, muchos esfuerzos y muchos recursos humanos, materiales y financieros.

La jornada electoral es la culminación de meses y meses de preparación por parte de las distintas autoridades, siempre acompañadas por los partidos políticos; cada norma, procedimiento, y cada acción se planea, se plantea, se discute y se ejecuta con los más altos niveles de responsabilidad y profesionalismo.

Una de las principales tareas de la autoridad es la de convocar de manera transparente a los miles y miles de ciudadanos para que funjan como funcionarios de casilla, no es tarea fácil, pero en el andar de los capacitadores y su visita casa por casa cuenta diversas historias de éxito, tanto quienes los reciben con entusiasmo por querer participar y ser no solo testigos de la historia, quieren ser contadores de la historia, pues cada persona que llega a la casilla y cada voto contado al terminar la votación es una historia, es un capítulo de lo que será nuestro país y nuestro entorno por los próximos tres o seis años, dependiendo el tipo de elección.

Pero también son historias de éxito todas aquellas en las que la primera respuesta del ciudadano fue “no quiero” o “no me interesa” y la labor de estos héroes llamados capacitadores asistentes electorales convence muchas veces hasta al más renuente y participan, y todos ellos dedican tiempo muy valioso para capacitarse, asumen con gran responsabilidad la custodia del material y de la documentación electoral. El día de la jornada madrugan para instalar a tiempo las casillas, pasan frio, se mojan, se enlodan, se acaloran, se cansan, se aburren, se enojan y aguantan toda serie de cuestionamientos de algunos vecinos de mal carácter o de algún representante de partido al que la desesperación lo rebasa. Después de la jornada y con el cierre de casillas viene el conteo de votos, llenado de actas y la entrega de la documentación, lo que puede llegar muchas veces hasta altas horas de la madrugada y eso sí, la gran mayoría si no es que todas y todos, al día siguiente tienen que bañar niños, dar de desayunar, llevarlos a la escuela e ir a trabajar.

Así como se convoca a miles y miles de ciudadanos para ser funcionarios de casilla, durante meses se lleva a cabo una extensa campaña de promoción del voto, sobre la importancia de ir a sufragar; la invitación es a millones y millones de mexicanas y mexicanos. Es hasta cierto punto, una intensa lucha contra la desinformación, contra la desilusión forjada por viejos tiempos en los que efectivamente, la elección era solo un trámite, todos ya sabíamos quién sería el ganador.

Durante los últimos años se ha luchado por abatir la apatía y porque no decirlo, muchas veces el oponente es el valemadrismo, ese mismo que nos ha llevado a una inconciencia casi letal de las repercusiones de nuestros actos, y libran batallas en todo el país, en cada entidad, en cada municipio, se ganan en los núcleos más fuertes, más consolidados; la colonia, el barrio, en la vecindad o el pueblo, se gana cada que una familia sale a votar, cada que no se pone un pretexto para no hacerlo y que, aun y si hay fila en la casilla o está lloviendo se participa.

Cuesta mucho en todos los sentidos, fortalecer, propiciar, cuidar y defender el sentido de ciudadanía que se da al participar en una elección, no es una guerra de cada tres o seis años, son batallas cotidianas, es sembrar y sembrar en todo tipo de terreno la semilla de la participación ciudadana, de la responsabilidad cívica, del deber, del ser.

Hay reglas muy claras en las elecciones, causas establecidas para sancionar a quienes hacen algo indebido, así como para anular desde un voto, una casilla o toda una elección, sin embargo, recién leí algo con lo que estoy totalmente de acuerdo, “los juzgadores no son o no deben ser, aplicadores autómatas de la ley, sino intérpretes de las normas adecuándolas a los hechos”.

Ojalá que quienes piden la anulación de una elección, así como quienes determinan si se anula o no, valoren los hechos reclamados y su relevancia y, sobre todo, en caso de ser ciertos y comprobados se valore la determinancia sobre el resultado final, pero independientemente de todo lo anterior, sería muy importante que analicen el costo beneficio de tirar, prácticamente a la basura, miles y miles de esfuerzos, de historias, de batallas ganadas contra la apatía, ojalá no se llegue el tiempo en que la gente no quiera participar argumentando “para qué, si de seguro se anula”

@dgv1968

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