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No existe, creo, en el dilatado territorio de la República Mexicana, un solo lugar, paraje, ciudad, aldea o municipio llamado Segovia. Podría, en verdad, averiguar en la enciclopedia más a la mano si esto que digo es cierto, pero prefiero no hacerlo, para no complicar lo que me interesa decir: si bien no es posible encontrarlo en la geografía de bulto, Segovia es una provincia inmensa en el mapa de la literatura mexicana; de su existencia admirable y de su valor, solamente los muy necios podrían dudar. Es un país que sigue creciendo entre nosotros, pero no a la manera de los expansionismos imperiales; sino al modo de los rizomas luminiscentes que a nadie le cuesta imaginar en las cartografías del arte y de las letras.
Ese país, que cualquiera con un poco de sensibilidad y curiosidad puede hallar por su cuenta, se puebla continuamente, se diversifica y se enriquece. El documento más reciente que prueba todo esto es un libro de 172 páginas publicado con el sello editorial de Trilce en la colección Tristán Lecoq; su título es doble: Desheret / Agua. Sobre el título dual, en la portada, leemos el nombre del autor, poeta mayor de la lengua española: Francisco Segovia.
Aunque no lo parezca, las dos palabras titulares —una misteriosa, la otra de una sencillez y diafanidad cósmicas— están ahí en un acusado contraste de sentido y sonido: “desheret” es, para los antiguos egipcios, la “tierra roja” del desierto, la infinita extensión de las arenas ardientes, como podemos leer en la página 162, de las notas del libro. Esas notas son un regalo magnífico para una cierta raza de lectores: los interesados en las tramas internas de los poemas, en los hilos que se enlazan, en un proceso que termina siendo invisible, para anudarse en la obra final: en las notas de Francisco Segovia a sus poemas, como las que leímos en Al Quinto Sol, publicado por La Dïéresis, también fue posible tener acceso a esos materiales gozosos.
Pero Francisco Segovia no es únicamente un poeta en estado de plenitud: sus ensayos figuran entre los más ricos y legibles de los últimos años mexicanos. Su más reciente libro de prosa reflexiva es Detrás de las palabras, subtitulado “Reflexiones en torno a las tramoyas de la lengua”, y fue publicado por El Colegio de México. Tengo para mí que en las líneas ardientes de sus hermosos poemas y en las muy nobles páginas de sus ensayos están algunos de los momentos más altos de la literatura mexicana moderna.
¿Por qué, entonces, Francisco Segovia no es ampliamente reconocido como una figura principalísima de nuestras letras? Por dos razones, a mi modo de ver: su intrínseca y auténtica modestia; su desinterés, consecuencia de aquélla, por “promoverse”, en el sentido comercial y mercadotécnico.
La edición de Desheret / Agua es magnífica y se la debemos a Déborah Holtz y a Juan Carlos Mena. Pero sobre todo al poeta Francisco Segovia, artífice y visionario.