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Una de las voces que he escuchado en estos días en los que hemos presenciado y padecido en México la doble crisis, migratoria y arancelaria, ha sido la del escritor Francisco Cantú. Él nació en Arizona en 1985, el mismo año del gran terremoto en la Ciudad de México.
La madre de Cantú fue guardabosques. Él fue siempre buen estudiante; estudió relaciones internacionales y al recibirse decidió alistarse en la Patrulla Fronteriza. Es o parece una decisión extraña, pero Cantú quiso conocer bien, de cerca, aquello que lo definía: la frontera, la “línea”, es decir, el centro de su doble nacionalidad. Le pareció que entrar en la Border Patrol le permitiría allegarse ese conocimiento. Unos cuantos años más tarde renunció a trabajar para “la migra” y se dedicó de tiempo completo a su verdadera vocación: la literatura.
El testimonio de sus experiencias es el libro The Line Becomes a River, traducido por la extraordinaria escritora mexicana Fernanda Melchor con el título La línea se convierte en río. Francisco Cantú se transformó de patrullero en escritor, pero no sólo eso: es un auténtico, un genuino converso, como lo definió otra gran escritora mexicana. Y con eso no quiso decir ninguna simpleza como que “se volvió bueno”; es algo mucho más, muchísimo más complicado. Quien lea su libro lo entenderá.
Desde luego, quien lee su libro se asombra de su integridad, de su honestidad y de su sentido de la compasión, valores que están en tensión constante con el trabajo policiaco. Otros escritores —de manera notable, Carlos Fuentes, hace algunos años— se han ocupado de la singularidad fronteriza de esta parte del mundo: la línea que divide y separa, y apenas une, a los Estados Unidos y México. Nadie como Francisco Cantú la ha explorado tan implacablemente, entre otras cosas porque documenta el largo momento histórico que ahora vivimos en la frontera: la época dual y problemática de Obama y Trump. Las raíces históricas de las decisiones sobre todo esto se remontan a las presidencias de Clinton y Reagan.
Las amenazas del impresentable individuo de la Casa Blanca nos obligan a preguntarnos en serio: ¿qué hacer? Ante la pregunta, estos reglones piden algo que parece simple pero no lo es: leer, pensar. Leer, por ejemplo, el libro de Francisco Cantú; pensar en todo lo que este escritor nos pone frente a los ojos y, sí, frente al pensamiento. Pensar en el destino laberíntico de este país y en nuestro papel dentro de las tareas de configuración de ese destino, para que no terminemos de hundirnos.
No hay mucha estima por los libros ahora, entre nosotros. Es un síntoma de lo mal que estamos: la medida de la deshumanización. Si estos renglones animaran a alguien, a cualquier lector, a acercarse al libro de Francisco Cantú, sería maravilloso. The Line Becomes a River es uno de los grandes testimonios de nuestro tiempo, un libro poderoso y bello, conmovedor e inteligentísimo.